¿El presidente está enfermo? Petro en boca de todos porque llega tarde a sus compromisos

¿El presidente está enfermo? Petro en boca de todos porque llega tarde a sus compromisos

El hecho de que el presidente Gustavo Petro llegue tarde a la mayoría de sus compromisos y aplace algunos otros, ha hecho que muchos colombianos empiecen a especular sobre la salud del presidente.

Martha Ortíz, se refirió a este tema y realizó una columna de opinión al respecto para El Tiempo: el artículo es el siguiente:

Es verdad que el presidente Gustavo Petro está enfermo? Se volvió una pregunta frecuente en encuentros y tertulias sobre la cual, mientras algunos responden con un certero sí, otros me miran, con la expectativa equivocada de que el periodista lo sabe todo, mientras mi respuesta es otra: “No lo sé, no tengo pruebas que me permitan afirmar que lo está. Sigue siendo para mí un rumor”.

Pero el rumor me preocupa porque ese ruido confuso de voces empieza a sentirse con un volumen alto y un eco palpable. En consecuencia, ese zumbido le quita serenidad a la confianza en la estabilidad del Gobierno y, por tanto, a las percepciones de estabilidad política y económica del país. La incertidumbre no es aliada de la inversión, no solo financiera, también humana.

La salud de una persona es un tema íntimo y privado. Sin embargo, ¿hasta dónde es correcto guardar silencio en el caso de un presidente? El fallecido periodista Javier Darío Restrepo, reconocido autor sobre ética, le expresó a la FNPI, a través de su red Ética Segura, algunas ideas pertinentes a este ‘Conversatio’ con las cuales coincido: “En los códigos de ética la intimidad de los personajes públicos se describe como limitada y, en todo caso, menor que la del ciudadano común… El Presidente, en cambio, ve limitado ese derecho (la reserva) cuando su enfermedad puede afectar su desempeño en el servicio público. Esto no significa que estas personas pierdan todo derecho a la intimidad. Hay una parte de ella que no tiene relación con su servicio público y esa es la que debe ser respetada por la prensa”. Y añadiría en esta discusión, por la sociedad.

La intimidad solamente puede revelarla lícitamente el sujeto de esta, expresa el abogado José María Desantes-Guanter en el prólogo que escribió para la tesis que dirigió de Cristina López en la Universidad de Navarra, llamada: ‘Información y dolor, una perspectiva ética’. Recuerdo con claridad el respeto y la solidaridad que me generó una escena de finales del 2012 en las puertas de la Fundación Santa Fe de Bogotá cuando el presidente Juan Manuel Santos, en compañía de su esposa y sus médicos, anunciaba con transparencia y claridad que tenía un cáncer. El hoy expresidente mantuvo siempre a Colombia informada durante el proceso de conquista de su salud e incluso ofreció acceso a su historia clínica. Un acto correcto que requiere valor.

Un ángulo contemporáneo adicional a esta reflexión corresponde a qué significa la intimidad en una época de redes, cuando como consecuencia del comportamiento digital de las personas y su apertura novedosa para compartir sus realidades ha alterado evidentemente las convenciones sociales sobre lo público y lo privado.

Es natural que una persona en posición de poder tema verse débil: el padre ante sus hijos, el gobernante ante los ciudadanos. Pero quien se define humano sabe que las enfermedades físicas y mentales son parte de su realidad y si profundiza quizás encuentre allí la oportunidad de su belleza colateral, esa que engrandece.

¿Pero por qué aclarar un rumor? Si el rumor fuera débil, no sería relevante, uno más del día a día de presión mediática. Pero no es el caso. El hecho de que el Presidente llega tarde, o no llega, a sus compromisos, por ejemplo, lo pone en boca de todos. Sus incumplimientos afectan precisamente su desempeño. Mientras tanto, sus equipos fallan entregando versiones descoordinadas sobre estos desatinos. El ruido crece, confunde y hace daño a la serenidad de la institución que representa y al país, que ya tiene suficiente estrés.

El presidente Gustavo Petro debería dar claridad sobre su salud, resolverlo de tajo, ya sea para detener el daño silencioso de una falsedad o asumir con gallardía y responsabilidad una realidad que debe ser asumida con sensibilidad humana y respeto por sus derechos, incluso por parte de sus contradictores.