Augusto Amador Soto, una voz que inmortalizó al folclor

Augusto Amador Soto, una voz que inmortalizó al folclor

Por Berta Borja Valdez

 

Si algo caracteriza a Augusto Amador Soto es su potente voz, su cabello níveo, su tez blanca con múltiples pecas, pero especialmente la sonrisa que siempre tiene en sus labios y su profundo amor por el folclor.

En una amplia oficina, ubicada en pleno centro de Montería, en medio de libros y viejos recuerdos, que guarda celosamente en un baúl, pasa día tras día haciendo parte de la historia del periodismo en Córdoba.

Desde niño siempre le gustó la Medicina, pero también el Periodismo. Reconoce que con la gran voz que cuenta y con esa chispa que lo caracteriza supo que se debía adentrar más en el ámbito de los medios de comunicación y así lo hizo.

De joven nunca pisó una universidad. Lo hizo a sus 65 años cuando optó por profesionalizarse en Comunicación Social en la Universidad Jorge Tadeo Lozano. Solo le faltaba el cartón, pues su voz llegaba hasta los lugares más recónditos del departamento.

El baúl de sus recuerdos

Abriendo el baúl de sus recuerdos, rememora que trabajó como coordinador y como reportero en varias emisoras de Córdoba y Sucre, pero luego decidió que lo mejor sería independizarse y por eso creó su propio espacio llamado Puntualidad.

Lo hacía a las nueve de la noche para que nadie lo oyera. Le importaba poco el índice de audiencia, pues solo quería mostrar su talento y su arrojo.

Decidió estudiar locución y esa fue la puerta de entrada hacia una cadena de éxitos que hoy lo posicionan como uno de los más veteranos de la radio cordobesa.

El paso de los años no ha minado su vocación de reportero. Nunca falta en el bolsillo de su camisa un lapicero estilo pluma y una libreta donde consigna los pormenores del día.

Pero si quedan dudas de sus ganas de seguir adelante, don Augusto, como lo conocen en el medio, estudia ahora Medicina Natural Homeopática. Solo le faltan cinco materias para optar por el nuevo título.

Un taller que lo inspira

En ese espacio íntimo, que ha visto pasar sus mejores años, está una mesa de madera que protege con un fino vidrio. Allí reposan los cinco libros que ha escrito a lo largo de su vida, además de imágenes de su familia y vivencias que sobresalen a simple vista.

Con sus escritos deja claro que a sus 75 años de edad, su mente y su memoria siguen lúcidas. “Cuando ya no pueda transmitir corralejas, ni festivales, sé que estaré encerrado en mi taller escribiendo”.

Cada uno de sus trabajos ha sido realizado con más de siete años de investigación. Se toma todo el tiempo necesario para buscar información veraz. La cultura y la tradición cordobesa son el eje principal de sus textos.

Le causa mucha gracia que le pregunten el origen de su nacimiento. Se ríe, elevando sus brazos desde sus rodillas hasta su cabeza, y explica que nació en San Marcos, cuando aún pertenecía a Bolívar; pero que luego pasó a ser parte de Córdoba y finalmente de Sucre. Es decir, está registrado en los tres departamentos.

El sufrimiento es opcional

Tuvo 14 hijos de los cuales solo uno, Saúl Emiro, se interesó por la comunicación y los demás cuentan con diferentes profesiones como piloto de helicóptero, sicólogo, economista, profesional en publicidad, entre otras.

Poco se molesta. Siempre ha tenido claro que el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional y que todo se toma con calma si se sabe manejar la mente.

Con un entusiasmo contagioso y con un destello bromista, se levanta de su silla con tanto vigor que es fácil entender que conserva la misma vitalidad que tenía a sus 30 años.

Considera que hay tres cosas en la vida que no se pueden dejar pasar: la palabra, el tiempo y las oportunidades. Son estos tres pilares los que han fundamentado su existencia.

Pasarán los años y los cordobeses jamás dejarán de recordar la voz insigne de un hombre que ha hecho historia en la radio, que ha defendido el folclor, ubicándolo en un lugar privilegiado, y que ha demostrado que la vida está llena de retos y de oportunidades que no se pueden dejar pasar.

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