Reinaldo Ruiz, una combinación de magia, realidad y humor

Reinaldo Ruiz, una combinación de magia, realidad y humor

Por María José Ramírez

«La situación estaba tan mala que me tocó coger la plata del ron pa’ la comida», dice con la seguridad propia del personaje al que Reinaldo Ruiz representa en tarima, mientras que su amado público suelta una enorme carcajada.

Es algo que no pueden evitar con cada dos frases mencionadas. Sin duda alguna, su sola presencia genera expectativa entre el público, todos quieren saber con qué historia los sorprenderá esta vez el rey del costumbrismo. Y aún sin empezar a hablar, lo reciben con aplausos, de esos que llegan al alma y llenan el corazón.

Ahora ha llegado el turno de la historia del «El Lambe», el toro más famoso de la sabana cordobesa. Sus ojos redondos y expresivos cuentan la nobleza de aquel animal que causó sensación y cuya hazaña es evocada cada vez que suena «El arranca teta», un porro que nunca puede faltar en las fiestas regionales.
Es imposible subirse a la tarima sin su sombrero ‘vueltiao’. Esta prenda es como una extensión de su cuerpo y la utiliza para dar vida a aquel campesino noble, inocente, pero sagaz que ha vivido tantas cosas y que tiene anécdotas que todos quieren escuchar.

Sus historias son tan reales como la alegría que produce escucharlas. El Lambe, La creación, El peo de Genaro, San patacón, El abuelo, entre otra cantidad de relatos, son los que hacen divertidos los encuentros con esta morena figura que más parece un abuelo de antaño que un profesional de la administración.

Las viejas generaciones se emocionan recordando cómo era la vida de antes y las nuevas viajan al mundo de sus antepasados, aunque lo señalen despectivamente de ‘corroncho’.

El trabajo que desempeña lo apasiona, lo disfruta y lo hace con el mayor amor del mundo. Sin embargo, al bajar de la tarima es un hombre común y corriente, cuya motivación en la vida son sus hijas y su esposa.
Su cara denota seriedad. Seriedad que muchos confundirían con antipatía. Seriedad disfrazada de timidez, esa timidez que se vuelve evidente al acercarse a las personas que quieren tomarse una fotografía o simplemente saludarlo.

Se inspiró el campesino malgeniado

Sus historias son una combinación mágica de realidad y humor. «¡Hombe! El Lambe era tan noble que dejó que una banderillera lo chuzara pa’ que ella pudiera ganarse una platica… Yo nada más lo vi cuando me picó el ojo. Es que El Lambe era tremendo actor, se metió en su personaje», dice seriamente, mientras posa su mano en la cadera, tal como lo hacen los abuelos.

Su personaje está inspirado en el mayor cascarrabias de Salitral. Era un campesino adusto y malgeniado para quien la vida era simple y normal.

Su historia en el mundo costumbrista se remonta a los años 80 cuando a sus 17 años descubrió la cuentería leyendo textos de Guillermo Valencia Salgado y escuchando en las emisoras a Omar González Anaya y al «Compae Casiano».
Desde Ciénaga de Oro, lugar donde realizó sus estudios, empezó a narrar unos cuentos que se aprendió cualquier tarde de su juventud y con esa elocuencia que lo caracteriza, hizo que sus compañeros de clase se mantuvieran atentos a las historias que les tenía preparadas.

Con el paso del tiempo siguió cultivando su gusto por la cuentería. Un día cualquiera, Rafael Vergara Álvarez, el padre de uno de sus compañeros, lo escuchó y decidió invitarlo a declamar a un taller que organizaba el Movimiento Cultural de Sahagún. Fue así como todo comenzó.

¿Qué hay más allá del sombrero ‘vueltiao’ y las abarcas de Reinaldo? A través de su mirada expresa sabiduría. Con el movimiento natural de sus manos, reafirma cada frase que expresan sus labios y su voz serena y tranquila.
Vestido de sonrisa tímida y camiseta blanca con jeans, se despoja del personaje que le ha dado fama y que le ha merecido el cariño del pueblo. Vuelve a ser el mismo Reinaldo, padre y esposo, que estudia y se prepara para dar un buen show.

El secreto de su éxito está en la observación y la escucha. Cada historia que narra la toma de la vida cotidiana. Simplemente le gusta sentarse a mirar y a partir de ahí buscar pequeños eslabones que conecten lo que se imagina.

Todo debe tener sentido para que al final quede una unidad creativa con estructura, un producto del que pueda estar orgulloso.

Cada frase que dice mientras habla, lo lleva a recordar cosas de su vida. Todos los temas de conversación los entrelaza y los compara con ciertos aspectos que ha visto o escuchado a lo largo de su camino.
Parte de su tranquilidad radica en el lugar donde vive. «Eso era una fila de toros pasando por Salitral, yo nunca la había visto. Cuando de pronto llega un Toyota pitando a mi casa, yo me extrañé y dije: ¡Carajo! Qué vaina tan rara, si todavía no es época de política».

De pueblo pequeño

Nació en Salitral, un corregimiento perteneciente al municipio de Sahagún, pero vive en La Unión, Sucre. Fue allí donde encontró su lugar ideal, un municipio pequeño donde todos se conocen. «Tu sabes que un pueblo es pequeño cuando alguien se muere y todo el mundo sabe quién fue el que se murió», afirma jocosamente mientras habla de su vida personal.

Las tardes con visitas de terraza hacen parte de la vida de su pueblo, pasaba largas horas hablando con sus tíos y primos de lo que sucedía mientras echaban una partida de cartas o dominó.
Cuando no tiene que trabajar pasa el tiempo en la serenidad de su hogar con su esposa y sus pequeñas hijas, dos tesoros que guarda con gran recelo y a quienes les dedica la mayor parte de su tiempo.

En su trabajo como papá, confiesa que no las somete a la presión de ser artistas. Simplemente desea que ellas sean como quieran y que reciban una buena educación. Disfruta el hecho de envolverlas en el mundo de la literatura y la música y es así como pasa sus ratos libres.

«Soy un músico frustrado», dice mientras sonríe. Le encanta escuchar todo tipo de géneros y uno de sus pesares en la vida fue nunca aprender inglés, arrepentido de no haber prestado atención en el colegio, canta canciones extranjeras a pesar de no entender nada. «Yo soy un bicho raro».

El conformismo no está dentro de su diccionario. Su oficio le ha permitido conocer personas de las que toma ejemplo para seguir mejorando sus historias y su forma de narrarlas. A lo largo de sus viajes ha descubierto cómo universalizar los cuentos de acuerdo al lugar que visita. Es por esto que Reinaldo no da puntada sin dedal.
«Yo tomo la historia que quiero narrar, la depuro de arcaísmos y modismos propios de mi ciudad y la contextualizo en algo caribeño, que es un poco más general, para que así el espectador entienda y se sienta identificado con mi cuento».

No puede contar historias «a la bulla de los cocos». En su proceso creativo, se toma el trabajo de investigar históricamente qué ocurría y cómo era la vida de antes, las costumbres y las creencias que la gente tenía del mundo. Se asegura que todo lo que dice, tenga sentido y trasfondo y no sea simplemente pararse a contar un chiste costeño.
Costa Rica y Ecuador son los países que su trabajo le ha dado la oportunidad de conocer. No es amante de los viajes pues, siente un poco de temor a los aviones.

Antes de montarse a una tarima siempre se cuestiona si hará las cosas bien, si quizás tendrá un buen recibimiento del público y si lo que está a punto de hacer, va a gustar o no. Es enemigo del ego, es por esto que los nervios nunca faltan y que busca dar lo mejor de sí porque para él lo más importante es la satisfacción del público.

«Me gustaría ser recordado como una persona que valoró mucho la esencia del Caribe colombiano y a los abuelos, pues son ellos quienes tienen nuestra historia en sus manos, se sienten solos y tienen muchas cosas por contar».
La satisfacción de Reinaldo Ruiz consiste en hacerle olvidar a su público sus problemas, a través de un viaje maravilloso por la cultura y por la historia, a través de un rato divertido que les llene el corazón de felicidad.

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