Antonio Dummet, un poeta entre dos aguas

Antonio Dummet, un poeta entre dos aguas

Por Josefa Carrillo

Una tarde de sábado despierta las memorias de Antonio Dummet, un reconocido escritor de origen judío, un poeta que vive en un constante homenaje a la vida y a la diversidad.

Sentado sobre una mecedora, en un kiosco de palma, recuerda el tiempo entre dos aguas en el cual creció, el sabor cordobés y las raíces libanesas. Esa es la esencia del único escritor loriquero vivo.

La tarde empieza a envejecer. Sin embargo, el vaivén de la mecedora continúa al ritmo de sus relatos, los cuales muestran una realidad diferente a la de los demás mortales.

Sarcástico y de mirada un poco fría, con un particular gusto por los gatos, aduciendo que repelen las malas energías, y por la música de la nueva trova cubana, que aprendió a escuchar desde niño en su casa, nunca ha dejado su permanente contacto con el arte, que ha sido un factor importante para decidir expresarse a través de la escritura.

Desde niño amó las letras

Su amor por las letras se remonta a su época de infancia. En una madrugada, no tan cualquiera, a eso de las 5:30 de la mañana, cuando el libro de las crónicas anunciantes de muerte de Gabo llamó poderosamente su atención, supo que la escritura se había apoderado de su ser desde esa edad temprana.

“No es que yo haya escogido el arte de escribir, es una vocación que se mezcla con la disciplina y el estudio. Inicié tarde, después de haber terminado Teología y algo de Filosofía».

La tarde cae finalmente, pero nunca serán iguales a esas grises que cuenta en “El otoño de Toño”, con clima de vino, música y letras durante los largos días en la capital cuando era un joven estudiante.

Esta es una tarde acompañada de viento Caribe y con rastros del bisabuelo hebreo, de su familia mitad judía, del barrio turco en su natal Lorica, de los amigos de la infancia, de todo lo que lo hizo sentirse en el extranjero todos los días de su vida cuando era niño, de los pactos con dioses y demonios.

Todo esto inspira al autor para crear sus composiciones dedicadas a los pequeños grandes momentos, a la mezcla cultural que lo hace ser o que es y a la reafirmación constante de una identidad que se regala a sí misma el no negarse nada.

La poesía humaniza

El Caribe y el Mediterráneo presentes en la misma persona, que expresa en sus escritos lo mejor de cada uno y que ha trascendido más de una frontera a través de la poesía, el género más excelso a su juicio, porque humaniza y tiene alma, libera y está en todas partes, lo realiza y lo hace feliz.

La noche interrumpe los relatos, da por terminada la charla y despide el sábado. Al día siguiente vendrá con alguna reunión de amigos artistas como el escultor Adriano Ríos en el bar Changó, donde suenan ritmos antillanos, o cerca al monumento del centro de Lorica jugando dominó en la panadería Las Delicias, o simplemente observando e interpretando esta realidad mezclada, generadora de diversidad.

La ceguera social de estos tiempos se puede curar con un buen antídoto: poesía, poesía entre dos aguas, esa que viaja a diario al extranjero a punta de cultura e imaginación a través de la pluma de un solo hombre.

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