Él es Willard Wiggan, un asombroso artista que crea impresionante microesculturas que caben en el ojo de una aguja. Las diminutas esculturas han dejado impactados a muchos, ya que no es solo por su tamaño, sino que también por lo detalladas que son a pesar de ser casi que imposibles de ver. Una maravilla, ¿Verdad?
Wiggan tuvo una infancia muy difícil, creció en los años 60, tenía dislexia y autismo no diagnosticados, una combinación que la sociedad de aquella época no toleraba, quienes no solían comprender y tratar bien a las personas que padecían condiciones como esta. Es más, sus profesores solían humillarlo delante de sus compañeros de clase, y mírenlo ahora, todo un hombre de éxito.
«En ese tiempo, si no sabías deletrear, sumar o lo que fuera, los profesores te usaban como ejemplo de fracaso», recuerda el artista.
Willard comenta que, para poder sobrellevar su complicada vida de aquel entonces, se refugiaba en el jardín de su casa, y desde allí creaba sus propios mundos entre plantas e insectos, donde no se sentía tan pequeño como los demás querían hacerlo ver.
Sus primeras creaciones surgieron desde ese lugar que se convirtió en su refugio, quería proteger ese pequeño ecosistema que lo rodeaba, así que comenzó hacer casas para las hormigas, lo que resultó en un hermoso viaje hacia la microescultura.
«Cuanto más pequeños las hagas, más grande será tu nombre”, le dijo Zeta, la madre del artista, quien quedó asombrada al ver lo que su pequeño hijo hacía, por lo que no dudo en darle ese consejo, mismo que cambió su vida para siempre.
«Mi madre tenía razón», dice @willardwigan. “Mi nombre se hizo más grande”. Pues solo fue cuestión de tiempo, cuando el mundo vio lo que Willard podía hacer, la profecía de Zeta se hizo realidad.
