El caso de Ericka Olaya ha causado conmoción en redes sociales. Su historia con la enfermedad empezó en 2020, cuando el virus Covid – 19 empezaba a causar estragos en todo el mundo, y ella alejada de su familia dice que vio la luz al final del túnel cuando se contagió.
La bogotana llegó a Milán en 1996 para disfrutar de unas vacaciones y se terminó quedando, pues quería establecerse como diseñadora y consultora en comunicación. Durante más de dos décadas tuvo en sus manos proyectos publicitarios y las relaciones públicas.
Cuenta que en su trabajo se demoraron en dar la orden del teletrabajo, por lo que, cuando muchos ya estaban encerrados en sus casas, ella siguió saliendo durante unos días más.
Su pesadilla comenzó cuando tuvo los primeros síntomas de dicho virus y eso ya la hizo sentir mal. Se fatigaba, sentía que no podía respirar correctamente, perdió el olfato, el gusto y el apetito. Llamó rápidamente a su médico de confianza, pero él no le creyó y le dijo que de seguro era ansiedad y estrés por el trabajo.
Al no sentirse mejor, decidió llamar a la línea directa del Covid-19 y en unas horas escuchó el sonido de la ambulancia llegando a su casa. Cuando llegó al hospital se encontró con un montón de exámenes y aparatos que mostraron que sus pulmones estaban a punto de colapsar, ya que tenía una neumonía avanzada.
Luego de 20 días fue dada de alta del hospital, pero ya no podía llegar a su casa, sino que fue trasladada al Hotel Michelangelo, que había sido adecuado para atender a los pacientes positivos. 17 pisos y 200 habitaciones exclusivos para ellos.
Pronto se quedó sin trabajo. Su empresa aseguró que no podía sostenerla más y la despidieron. Pero eso no era lo peor, sino tener que ver en su almohada, cada mañana, cómo su cabello rizado se caía cada vez más.
Lo que debía ser una corta estancia en el hotel se prolongaba cada dos semanas, pues cada vez que le realizaban la prueba Covid salía positiva, resultado que la obligaba a quedarse un poco más.
Así pasó 70 días en el lugar, hasta que pudo salir. A pesar de que ya vive en su casa, asegura que los síntomas de la enfermedad no se han ido. Ahora manifiesta que no tiene la fuerza suficiente ni para exprimir un limón con normalidad.
Para ella, la opción de devolverse a Colombia no es elegible, pues no puede vivir de la pensión de su padre y, además, debe estar pendiente del proceso de demanda que interpuso contra la empresa para la que trabajaba:
En la actualidad busca un tratamiento con células madre en la ciudad de Medellín, pero no tiene el dinero suficiente para costearlo.
Fuente Consultada: Pulzo.