Filiberto Díaz Urango “El Rambao”, el analfabeta que cautivó a Colombia en el teatro

Filiberto Díaz Urango “El Rambao”, el analfabeta que cautivó a Colombia en el teatro

Por: Roberth Angulo

Filiberto Díaz Urango, nació en San Antero un 12 de Mayo de 1921, en un hogar de origen campesino, su madre fue Vicenta Urango y su padre murió cuando escasamente tenía 4 años de edad, por lo cual fue criado por su abuelo papá Juan como cariñosamente lo llamaban, tuvo 21 hermanos, nunca fue a la escuela, por lo que no aprendió a leer ni a escribir pero extrañamente tenía una letra hermosa al presentar su rúbrica.

Desde niño lo llamaron el Nasto y se dedicó al trabajo de la agricultura, fueron momentos difíciles, pues en esa poca la plaga de la langosta azotó y destruyó los cultivos en el municipio, trayendo como consecuencia una gran hambruna, la cual originó muchas muertes en especial en la población infantil.

Siendo mayor de edad y en vista de la mala situación que vivía su familia, salió a trabajar agricultura de San Antero rumbo a Bodega, zona rural de Planeta Rica, buscaba recursos que permitieran solventar la situación precaria por la que pasaban, sin embargo, estando allá conoció a una paisana, se trataba de Felícita del Carmen Tapia Rivera, de quien se enamoró locamente, al poco tiempo decidieron conformar una unión libre, la cual dejó 9 hijos.

El Nasto siempre fue un personaje ‘mamador de gallo’, chusco, conversador y buen narrador de cuento en velorios, esto último empezó a darle reconocimiento en el municipio.

Siempre que había un velatorio y llegaba Filiberto era rodeado por los presentes y comenzaba su función, por un momento hasta los familiares del difunto se olvidaban del triste suceso y el Nasto con sus cuentos les sacaba una sonrisa.

Así era todas la noches, los cuentos, los chistes y las historias del gran Filiberto eran un paliativo para aliviar el dolor que dejaba el difunto a sus amigos y familiares, al final era recompensado con algunas monedas, que servían para llevar la comida a la casa.

Llegaba el mes noviembre y el Nasto se preparaba para sacar sus disfraces a las calles del pueblo, también las llevaba hasta el municipio de Lorica, San Antero en esa época pertenecía al Bolivar grande, la fiestas del 11 de noviembre se celebraban en honor a la independencia de Cartagena, tradición que hoy se mantiene.

Uno de sus primeros disfraces se llamó el remiendo de aguja, otros fueron, el alcalde de Cervella, el satanas, el trompo entre otras, hubo una que lo hizo muy popular por lo que expresaba y detallo a continuación:

 “Tengo un dolor de cabeza, principio de enfermedad, cuando como se me quita y cuando no como vuelve y me da, curruncunclum.

Los mandamientos del pobre son 5:

1. No dormir en el suelo por qué es la cama de los perros.

2. No dejarse fregar de todo el mundo,.

3. Si se pone camisa, no se pone sombrero.

4. Si las yucas son pocas nunca queda harto.

5. Si lo toma de leche, no lo toma de tinto, curruncunclum” finalizaba.

Ese era Filiberto Díaz conocido popularmente como el Nasto, su sabiduría popular ponía a deleitar a todos sus coterráneos y visitantes.

En una de sus idas al municipio vecino de  Lorica a mostrar sus disfraces, para ganarse unos cuantos pesos para sostener su numerosa familia, fue visto por el novelista y dramaturgo Manuel Zapata Olivella, quien para la época dirigía La Fundación Colombiana de Estudios Folclóricos y estaba realizando un interesante experimento teatral, el teatro anónimo identificador.

Se trataba del montaje de espectáculos teatrales con música y danza, basados en cuentos anónimos recogidos directamente de la tradición oral del pueblo campesino, cuentos que hasta ese momento habían sido desconocidos para la tradición literaria del país y que reflejaban, mejor quizás que ningún texto de la literatura escrita, el mestizaje cultural, las costumbres y la idiosincracia de los diferentes pueblos que han intervenido en la formación socio-cultural de Colombia, el indígena, el negro y el blanco.

Se necesitaban intérpretes capaces de crear personajes con espontaneidad e imaginación popular, personajes con creatividad, o capacidad para narrar un cuento o un chiste popular, Manuel Zapata Olivella no dudó un instante en las cualidades que había visto de aquel humilde campesino Filiberto Díaz Urango.

Lo contactó en San Antero y le propuso que hiciera parte de su elenco, el maestro Zapata Olivella no se equivocó, el Nasto no solo se convirtió en el  protagonista del Rambao, aquel agricultor, extrovertido y de noble corazón, un hombre de edad madura se constituyó, sin duda, en la revelación de la pieza teatral en toda Colombia.

El Rambao, después de un sin número de prácticas y preparativos, se presentó en Lorica el 19 de marzo de 1975 y en Montería la capital de Córdoba, el 22 del mismo mes. Ambas representaciones se hicieron en los estadios de béisbol, reduciendo el área por medio de silletería e instalando altoparlantes para amplificar la voz de los intérpretes. Intervinieron un conjunto de instrumentistas folclóricos y una banda típicamente costeña.

El pueblo de Lorica se volcó sobre el estadio, el impacto de la obra puede calificarse en justicia de formidable, ya que todo el lugar quedó afectado por esta representación que por primera vez se presenciaba, camiones llenos de gente llegaron de otros pueblos cercanos para ver la representación y en especial la formidable actuación de un analfabeta que empezaba a ganarse y cautivar el corazón de los cordobeses, por su extraordinaria actuación, Filiberto Díaz Urango el Rambao.

Con esa obra el Nasto recorrió gran parte de la geografía colombiana, Bogota, Medellín, Cali, Cartagena, Barranquilla, fueron testigos de la obra del Rambao, pero sin dubitación alguna hubo una presentación que quedó grabada en la memoria de los colombianos, más de 50 mil personas se congregaron en la plaza de Bolívar en la capital de la República  Bogota, para ver la majestuosa actuación de un agricultor que no sabía leer ni escribir, pero que Dios le había dado la sabiduría popular para actuar y representar al Rambao, sin ninguna clase de libretos.

Filiberto demostró que en la cultura popular, están las raíces del auténtico teatro. De la plaza de Bolívar, ante la presencia en primera fila del presidente de la republica de la época, Alfonso Lopez Michelsen, salió completamente ovacionado, convirtiéndose en el único sananterano que ha logrado semejante hazaña y reconocimiento popular en tan emblemática plaza.

A pesar de todo el reconocimiento que logró Filiberto con su representación teatral a nivel nacional, fue muy poco los beneficios económicos que obtuvo con sus presentaciones, por eso regreso a su terruño y continuó haciendo teatro callejero, presentaciones en los colegios y en el teatro el cacique, con ello sostenía a su familia.

Además siguió cultivando la tierra, actividad que nunca abandonó, hasta un día que llegó con los ojos rojos a su casa después de un día de campo, una de sus hijas se preocupó y decidió llevarlo a una cita médica donde el Dr. Orozco en Lorica, este le diagnosticó problemas de corazón, presión alta, y azúcar, Filiberto con su forma de ser picaresca, lo cual le permitía sacarle chiste a todo, se ganó el cariño de los médicos, quienes además de recetarle, terminaban regalándole la medicina.

A los pocos días de aquella cita con la medicina, le dio un trombo, que lo mandaría al hospital, del cual tuvo una leve recuperación, sin embargo al poco tiempo le repitió y este lo dejó más achacado, por lo que tuvo que retirarse de lo que siempre amó, la actuación, la recomendación médica era que necesitaba un trasplante de corazón.

Filiberto no tenía un peso para viajar hasta Medellin para que lo intervinieran quirúrgicamente, se trataba de una cirugía muy costosa, aquellos “amigos” que se beneficiaron con sus actuaciones nunca más volvieron, desaparecieron como por arte de magia.

Por ello sus hijos no tuvieron opción distinta que llevarlo a su casa, donde alguna vez les había manifestado que el día que muriera les regalaría una sonrisa, el día 09 de junio de 1994, tirado en una estera, acompañado de una de sus hijas que lo alentaba con un abanico artesanal, dio el último suspiro.

Su hija no aguantó al ver que su padre se iba de este mundo terrenal y reventó en llanto, triste y acongojada lo abrazó, al ver su rostro el RAMBAO mostró una espléndida sonrisa y de repente una lágrima brotó de sus ojos, cumpliendo la promesa realizada días atrás, así fue el final de este gran hombre, que sin saber leer y escribir, con sus extraordinarias actuaciones de teatro, conquistó el corazón de los colombianos.

Posdata: Ojala en los próximos años se tenga en cuenta el nombre de FILIBERTO DÍAZ URANGO “EL NASTO” para homenajearlo en el Festival Nacional del Burro, bien merecido sería a su memoria, además que desde el concejo municipal se promueva que el salón de la casa de la cultura o la escuela de artes y oficios de la misma, lleve su nombre, para que su legado no se pierda y perdure de generación tras generación.