Manguelito, la tierra donde el sol acompaña a las trompetas

Manguelito, la tierra donde el sol acompaña a las trompetas

Por Anyi Aguirre M.

El polvo está en todo su esplendor, saliendo de aquí y de allá. El puente amarillo y verde, de agarraderas oxidadas, que traspasa al casi seco caño del Bugre, da inicio a una travesía por el corazón del Sinú.

“Venta de puntilla, alambre y zinc”, eso es lo primero que se lee al entrar a Manguelito, un corregimiento que se encuentra a 15 minutos del municipio de Cereté.

De un lado se pueden ver los lotes baldíos, donde estaba la cosecha de algodón que ya fue recogida; del otro, casas viejas, típicas de los pueblos de Córdoba, y a lo lejos tres hileras de piedras de color rojizo y otras dos hileras de pavimento que se acaban abruptamente para dar paso al polvo que se apodera de las calles del sitio.

En este corregimiento todos se conocen, quizás sea porque el lugar no es muy grande, ya que solo hay una plaza de grama casi inexistente, con cuatro bancas de cemento, un colegio, un Centro de Atención Médico de Urgencias, una iglesia y una discoteca: El Escape.

Algo está muy claro en esta población cordobesa y es que todos están unidos por una razón: la música de bandas, pues esta es la profesión que ejerce una gran parte de los mangueliteños.

Con más bandas

Este lugar está lleno de una gran tradición musical, es el corregimiento de Colombia y de Latinoamérica que tiene más bandas folclóricas conformadas. En total son siete: La Nueva Esperanza de Manguelito, la que toca bonito, La Nueva Esperanza de Manguelito, La Universidad del Porro, La Original de Manguelito, La Número Uno de Manguelito, La Primero de Noviembre de Manguelito y Las bandas de la escuela Nuestra Generación Reinaldo Jiménez, categoría juvenil e infantil.

Juan Carlos Jiménez, profesor y director de la escuela de música Reinaldo Jiménez, cuenta que todo comenzó hace más de 68 años, cuando tres habitantes del corregimiento tomaron la iniciativa de crear una banda folclórica la cual llamaron La Nueva Esperanza de Manguelito. Esa fue la mejor forma de conseguir sustento para sus familias y de disfrutar y gozar del arte de la música.

Lo que esos campesinos en busca de trabajo y diversión no imaginaron es que su amor por el porro se convertiría en una herencia, que ha pasado ya a cuatro generaciones de músicos.

“Yo comencé a tocar el clarinete cuando tenía 11 años porque me gustaba y porque mi papá y mi abuelo también son músicos de banda”, dice Laura Narváez, mientras une las cinco partes de color negro que forman la estructura de su instrumento.

A sus escasos 16 años de edad ya es parte de la banda infantil de la escuela Nuestra Generación Reinaldo Jiménez, con la que obtuvo el primer puesto en la categoría infantil de bandas del Festival de San Pelayo.

“Entré en esto porque el profesor Juan me invito a mí y mis amigos a practicar, entonces fui y me gustó. Empezamos de cero y se me dificultó bastante aprender, pero al final lo logré”, explica la joven mientras comienza a tocar las melodías de María Varilla en su amado clarinete.

Con el ánimo de mantener esta tradición en los jóvenes y niños del corregimiento, el profesor de música Juan Carlos Jiménez Argel creó la escuela, una idea que surgió en el año 2004, en honor a su padre, quien le dio las bases sobre el porro y que, además, era el encargado de enseñar a las personas que querían aprender a tocar música de banda en el pueblo.

Solo hasta 18 de mayo del 2008, se creó como tal la escuela, que hoy tiene 60 estudiantes, a los que ‘El Profe’ les enseña a tocar instrumentos de banda tradicional.

“Mi sueño es convertir a Manguelito un centro musical y cultural, que el departamento y el municipio lo considere como pilar importante de la cultura y tener una escuela con una gran infraestructura digna para los ensayos con los niños”, indicó Juan Carlos.

El sol acompaña a las trompetas

Este es el único lugar en que el sol sale acompañado de las melodías de las trompetas, el bombo, los platillos y el clarinete.

Aquí, en todas en todos los rincones y espacios se respira y se escucha música. Desde el más pequeño hasta el más grande sabe tocar instrumentos, pues a las personas de este pueblo les corre la música por la sangre.

Hasta en sus fiestas se hace presente su gran tradición cultural. Todos los primero de noviembre se celebran las fiestas patronales en honor a todos los santos. Aunque no se hace competencia entre bandas, si se realiza un encuentro en el que participan todas las bandas del corregimiento y de otros municipios cercanos.

“Las fiestas aquí son lo más bonito, lo mejor, porque vienen bandas de todas partes y la gente baila y goza en todos los fandangos”, asegura Francisco Carvajal, uno de los habitantes más viejos y queridos del pueblo.

En Manguelito todo tiene una historia peculiar. El nombre de su cementerio Blanco Padilla está puesto en honor a quien fue un gran gestor social de la cultura de este pueblo. Él era oriundo de Cereté, pero mangueliteño de corazón. Fue el encargado de gestionar la creación del colegio German Vargas Cantillo, sede Manguelito, que en sus inicios solo tenía siete estudiantes y hoy cuenta con más de 650. También, fue quien donó el lote donde se encuentra el cementerio y por ello este lleva su nombre.

“Acá el que viene se amaña y el que es de aquí no se va, porque lo que hay en este lugar no lo encuentran en otra parte”, señaló Kevin José Rodríguez Díaz, un joven músico que hace parte de la banda Juvenil. Él cursa primer semestre de Música en la Universidad de Córdoba y, al igual que muchos jóvenes del pueblo, sueña con llegar a ser un gran exponente de su tradición.

La energía que trasmite este sitio es mágica, pues está lleno de alegría, amor, folclor, pasión y de gente amable, carismática y cariñosa. Gente que no desconfía, que ayuda al que lo necesita, gente que aprecia su tradición cultural, personas que aman con delirio la cultura musical única de este corregimiento.

En Manguelito la música es todo. Son los sueños de sus habitantes, la fuente de empleo, su identidad, la razón de ser del que mora allí y sobre todo, es lo que hace destacar a este pequeño pueblo olvidado por la gente, pero que hoy se consolida como uno de los máximos exponentes de la cultura de Córdoba.

 

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