Por: Héctor A. Enríquez López
Twitter: @HectorEnriquezL
Sin importar la edad, los seguidores del fútbol y en especial del buen fútbol muchas veces caemos en el enorme error de congelarnos en el tiempo…
Todavía tengo en mi memoria ese partido que jugara la Selección Colombia ante su similar de Israel, era el 15 de octubre de 1989, en una maravillosa tarde en Barranquilla con un remate rasero, Albeiro “el Palomo” Usuriaga (Q.E.P.D.) apuntaba al palo izquierdo de Bonni Ginzburg y decretaba el 1 – 0, que a la postre fue el marcador final de dicho compromiso.
Este partido fue el primero en mi vida que vi con suma atención a nivel de selecciones, antes Colombia había dejado atrás a Paraguay y a Ecuador (cuando nuestros vecinos aún no sabían jugar fútbol pero derrotaron a los guaraníes para darnos ese primer lugar del grupo conformado por tres equipos que jugaría la repesca ante el mencionado Israel). Fue el primero al que presté real atención porque en ese momento empezaba a gustarme el fútbol y más allá el buen fútbol.
Durante estos 28 años como espectador futbolero he visto muchos jugadores y muchas selecciones, he tenido la oportunidad de presenciar el nacimiento y el retiro de muchos grandes, Oliver Kahn, Rivaldo, Batistuta, Cafú, Zidane, Ballack, Raúl, Asprilla, Del Piero y muchos otros.
Todos los anteriormente citados ya han colgado los guayos, dejando en la memoria de los hinchas futboleros una grata recordación, no por su vida personal sino por sus gestas y hazañas en el rectángulo verde, en ese gramado que ha sido testigo de tantas alegrías y frustraciones, esa “arena” de gladiadores que a millones nos toca muchas sensaciones.
Dentro de todas esas leyendas hay un futbolista que está próximo a convertirse en eso precisamente, en una leyenda; me refiero a Francesco Totti. “Il Capitano” como se le conoce en su ciudad natal Roma, la cual lo vio nacer, lo vio desarrollarse como futbolista y como persona y durante 24 años lo vio disfrutar manejando la pelota, vestido con la camiseta roja, no un rojo escarlata, más bien un rojo púrpura, conocido en su cultura (italiana) como rojo pompeyano, ese rojo que de manera implícita cuenta las gestas de los grandes gladiadores que se batían en la arena del coliseo buscando preservar su vida y dejar una huella legendaria, esos gladiadores que se batían ante leones frente a la mirada atenta del emperador y de miles de fanáticos que atiborraban el coliseo esperando un espectáculo de sangre y sudor.
Hoy, el coliseo se ha trasladado al majestuoso Olímpico de Roma, los fanáticos atiborran sus graderías, sedientos ya no de sangre, pero sí de sudor, de sacrificio, de pases mágicos, de goles y de triunfos. Esos son los componentes de este gladiador romano que dentro de un mes aproximadamente y luego de 24 años de una exitosa carrera donde se cuenta el triunfo en un mundial entre otros, decide decir adiós. Abandona su coliseo, abandona su equipo, abandona el gramado, abandona la casaca pompeyana, esa que nunca se ha quitado durante toda su carrera, esa que ama por encima del dinero y con la que obtuvo miles de victorias en fuertes batallas, esa casaca que lo inmortalizará como uno de los grandes en la historia del fútbol.
Hoy decidí dedicar mi espacio a este gladiador porque a lo largo de estos años de ver y disfrutar fútbol considero que es el mayor ejemplo de fidelidad y amor a un equipo y a una profesión. Fidelidad a su camiseta, amor a su hinchada, sacrificio en su actividad. Siempre Francesco ha disfrutado hacer lo que mejor supo hacer, pasar el balón, rematar, marcar goles, celebrar y ganar. Ganar dentro de un equipo limitado, sin la mejor nómina ha marcado una pauta importante y así como en su país las pinturas de Leonardo Da Vinci o Michel Angelo han sido preservadas y a pesar de los años siguen vigentes, la leyenda de “Il Capitano” continuará, así ya no corra el gramado, así ya no celebre un gol tomándose una “selfie”, así ya no lo veamos en el centro del campo del Olímpico de Roma, siempre su sombra estará ahí y siempre lo recordaremos como ese enorme gladiador romano con un único corazón perteneciente al equipo de sus amores que desde junio le dirá “Il Capitano per sempre”…
PD: El adiós de Totti es una muestra que el tiempo no se congela, que los ídolos se retiran y que el fútbol evoluciona. Debemos disfrutar en paz a los grandes jugadores que pocas veces crecen y tomar los buenos ejemplos, en esta ocasión de Totti, donde ha mostrado enorme fidelidad y amor a sus principios. #NoMásViolenciaEnElFútbol