Último adiós a mamá Leti, la consoladora de los presos de Montería

Último adiós a mamá Leti, la consoladora de los presos de Montería

No había nada que la hiciera variar su rutina. No había un solo día de su vida que no fuera a visitar a sus ‘muchachos’, así era como llamaba a los presos de la cárcel nacional Las Mercedes de Montería.

Su diminuta figura se movía con la agilidad de la gacela para buscar ayuda para las personas que estaban privadas de la libertad. Para ella lo importante no era por qué habían cometido el delito, sino el ser humano que estaba pasando momentos difíciles por cuenta de sus acciones.

Esa era Leticia Ospino de Marín, mamá Leti, como la conocían cariñosamente en Montería. Era una paisa de nacimiento, pero monteriana de corazón.

Había llegado a la capital cordobesa por cuestiones laborales de su familia. Un día cualquiera una de sus amigas le pidió que la acompañara a la cárcel y ese día bastó para que entendiera cuáles eran las necesidades más sentidas de los presos. Allí empezó su apostolado.

Los últimos 45 años de su vida los dedicó a servir. Iba a la cárcel a llevar una palabra de aliento para superar el dolor que implica estar tras las rejas. También les llevaba artículos de aseo personal que recogía en el comercio de la ciudad, les hacía algunos mandados en los juzgados y como si fuera poco se convirtió en el enlace de los presos y sus familiares en el mundo exterior.

Allá era mamá Leti. Así la bautizaron aquellos que la sentían como su propia madre. Todos valoraban su esfuerzo desmedido por hacerles la vida más feliz.

Su último suspiro

Mamá Leti llevaba 15 días recluida en un centro asistencial de la ciudad cuando Dios decidió llevarla al cielo. Si, al cielo que se ganó por su esfuerzo y sacrificio en la tierra.

Hacía poco tiempo le habían diagnosticado leucemia. Esa fue la única razón por la cual este año, por primera vez en las últimas cuatro décadas, no estuvo en la celebración del Día de las Madres en el penal. Todos la extrañaron, pues hacía falta ver su rostro angelical en un día tan especial.

Este jueves partió para siempre y con ella un legado de amor y sacrificio. Sembró una semilla que germinó y de la que hoy todos ven sus frutos.

Homenaje póstumo

Cuando los presos se enteraron que mamá Leti había muerto hubo desconsuelo. En medio de la aridez de una cárcel había dolor.

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Las lágrimas corrieron por los rostros de los hombres y mujeres que la conocieron en ese lugar. Todos se dispusieron a esperar su féretro para rendirle un homenaje póstumo, para darle el último adiós al ángel que les dio amor en medio del dolor que produce estar en una cárcel.

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