Silvio Doria, el hombre que imita 122 sonidos de animales

Silvio Doria, el hombre que imita 122 sonidos de animales

Por Rosselys Pájaro

En una de las casas del barrio Chuchurubí de Cereté, todas las mañanas la naturaleza regala un sinfín de melodías, pero lo sorprendente es que no son los animales los que realizan los sonidos, sino que provienen de la garganta del hombre zoológico: Silvio Doria.

Sentado en un taburete, recostado en un palo de mango, este hombre moreno, de baja estatura y mirada alegre recuerda su infancia en la zona rural de Urabá, rodeado de hermosos paisajes y bellas montañas.

Desde los ocho años le tocó trabajar para ayudar a su familia. Cortaba leña, limpiaba terrenos y sembraba la tierra para poder ganar dinero y así sobrevivir en medio de la pobreza.

Largas horas en el lomo de su burro “Chiquichá”, acompañante de muchas travesuras, le permitió conocer la majestuosidad y el misterio de la montaña, despertando así el gusto de imitar a muchos animales.

En ese lugar maravilloso se escuchaban las más bellas melodías. Para él las aves tenían un canto tan dulce y relajante que lo hacían olvidar de todos sus problemas. El de la ardilla le producía asombro y el canto del Yacabó, un espeluznante espanto.

A sus 11 años la vida lo desplazó a Cerro Pando, vereda de Ciénaga de Oro, Córdoba, lugar donde exploró al máximo su talento sin igual. Imitar los sonidos de muchos más animales.

Con su arte apenas empezaría a darse a conocer. Eran 18 sonidos que ya memorizaba. Quería mostrarle al mundo lo que su garganta, nariz y silbidos podían hacer.

La primera vez en tarima

Su primera vez en una tarima y ante el público fue en 1987, en la festividad del Día del Campesino en Ciénaga de Oro. Muchos asistentes disfrutaban del evento y los ánimos empezaron a subir cuando llegó la hora del concurso esperado por todos, la mejor presentación de la tarde.

Había llegado el momento en el que Silvio les mostraría a los participantes su gran talento. Subió atemorizado a una tarima polvorienta, hecha de tablas y troncos gruesos. Realizó los primeros cinco sonidos y la gente sorprendida no dudó en aplaudirlo y pedirle que siguiera. Logró impresionarlos y sin duda terminó siendo el ganador del concurso, pero lo más importante fue ganarse la admiración de muchos y la colaboración de otros.

Hoy a sus 41 años, es conocido en los alrededores de Córdoba como el ‘Hombre Zoológico’ ya que imita 122 sonidos, siendo el último el canto de un gallo fino que escucha todas las mañanas al despertarse.

Son muchos los que remeda y sabe hacer. No falta el “muuuu” de la vaca, el relincho del caballo, el “oin, oin” del cerdo, la gallina cacareando, el del carnero y cualquier otra cantidad de efectos vocales que realiza con gran facilidad y destreza como si se tratara de un gran zoológico en el que de repente, la fascinación de todos los sonidos es interrumpida por una pelea de perros y gatos, o el llanto del perro cuando le pegan.

Cercanía con el campo

Es su cercanía con el campo la que le ha permitido conocer en detalle todas sus imitaciones. Su técnica es muy sencilla, antes de empezar a realizar los sonidos, toma un vaso con agua al clima y empieza a hacer gárgaras suavemente. Después comienza un calentamiento vocal, para prevenir lesiones en sus cuerdas, y al terminar todos los ejercicios, se encuentra listo para hacer su asombroso acto.

Su esposa, dice que es un don dado por Dios y que le ha permitido incluso generar una reacción entre los animales que imita y además ama. Es por eso justamente que no le gusta imitar a un perro cuando le pegan porque cree firmemente que no se puede ser violento contra un ser indefenso.

Este gran talento le ha permitido ganarse algunos pesos, ganar en festivales y más que eso lograr el reconocimiento y el aprecio de los que lo observan. Ese es su mayor premio.

Silvio Doria es un artista de tarima, que no tiene apoyo de los gobiernos o de gestores culturales para expresar mejor su talento innato, poco común en la región. Por eso ha preferido ganarse la vida vendiendo mazorca y agua de coco para poder sacar a su familia adelante y brindarles una estabilidad económica, aunque en este trabajo no logre ganar mucho.

Su legado seguramente continuará con el tiempo. Su hijo, de apenas 17 meses de edad, ya imita dos sonidos, el de perro y el carnero, unos de los tantos que probablemente aprenderá para que siga vivo el legado del hombre zoológico de Córdoba.

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