Aída Vega, a sus 80 años sigue las huellas de María Varilla

Aída Vega, a sus 80 años sigue las huellas de María Varilla

 

Por Karin González Guzmán

La hora ha llegado. Varias capas de maquillaje cubren aquel rostro moreno, decorado de finas líneas pronunciadas, que denotan sabiduría y madurez. Pinta una vez más sus labios de color rojo.

A lo lejos escucha, entre risas, un porro ‘palitiao’, acomoda su sombrero y sin tomarse el trabajo de disimularlo lanza desde sus entrañas un guapirreo, que sin duda alguna, Dios mismo se ha estremecido al escucharlo. Agarra su pollera y al compás de la música deja a su libre albedrío sus caderas inquietas.

El calor recorre las calles, pasea entre las piernas de los protagonistas de la noche, se esconde entre espaldas y finalmente reposa en la frente de la bella cereteana Aida Rosa Vega Pinto.

El Carnaval de Barranquilla, la Feria de la Ganadería, las Fiestas del Mar, el Festival del Porro en San Pelayo y las Fiestas en El Carito, han sido unos de los tantos lugares en los que esta mujer de 80 años ha deleitado con su baile y encantadora sonrisa.

Imitando a María Varilla

Desde muy joven soñaba con ser una bailarina como la gran María Varilla, disfrutar de la vida homenajeando la cultura de su tierra, pero el destino no siempre estuvo a su favor.

Vivió entre la sombra de su esposo y sus seis hijos, lo que la llevó a dejar a un lado sus sueños. Fue hasta cuando tenía 70 años que formó un grupo para bailar en la comparsa de una de sus sobrinas que se había lanzado al Reinado del Algodón. Allí descubrieron sus dotes y la inscribieron para que integrara el grupo de mujeres bailarinas de la tercera edad, llamado Orgullo de mi tierra.

“Robinson, mi esposo, duró casi diez años enfermo en una cama y pretendía que yo me quedara a su lado toda la vida, a consumirme en la vejez, pero yo cogía mi bolsito y le decía: ya vengo mijo, voy a hacer un mandao’ ¡Embusteee! Yo me iba a practicar donde Doña Rut”.

Entre suspiros recuerda como a pocos días de su primera presentación murió su esposo. Quedó sumergida en un profundo dolor, que solo las melodías de la cumbia, el porro y la puya la ayudaron meses después a sanar y a superarlo poco a poco.

Olor a fandango

Un vestuario para cada ocasión y cada lugar. Faldas largas, medias, esponjadas o sencillas, blusas con boleros, con brillantes, de colores fuertes o estampadas, llevan guardada una historia y llevan impregnado el sonido de las olas, el olor a fandango y el gozo de las fiestas.

El clarinete hace el llamado a una de las piezas musicales más importantes del género. Córdoba tiembla, los pies de los bailarines parecen moverse solos, como si cada nota la sintiera el cuerpo.

Agarra una vela, a medio derretir, esboza una gran sonrisa en la cual solo se asoman unos cuantos dientes y dispone su cuerpo para el suave movimiento que hace juego armónico con las notas musicales.

“En momentos como estos se me olvidan los problemas, dejo de pensar por un instante que tengo que pagar agua y luz y que no hay mucho que comer en casa. Bailar es como viajar a otro mundo».

Aida, a pesar de su edad, no siente el cansancio de la vida aún. El baile le ha dado una fuerza en sus piernas que hasta el más joven envidiaría.

La popular bailarina del barrio 24 de mayo, siempre lleva consigo una sonrisa en su rostro, un chiste entre sus labios y una mirada apasionada que revela el amor por su tierra sabanera.

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