Abel Gómez, el MacGyver monteriano

Abel Gómez, el MacGyver monteriano

Por Karina Herazo

Destapa lentamente el frasco azul donde guarda el aceite para aflojar cualquier tipo de tornillos. Busca en su bicicleta, de color verde, un inflador y un neumático y en pocos segundos resuelve el problema de su eventual cliente.

Nadie le había pedido llegar al lugar. Justo pasaba por una calle cualquiera de Montería, de esas que suele recorrer con su taller ambulante, y descubrió que un mototaxista tenía problemas con una de sus llantas.

Abel Gómez, el MacGyver monteriano como lo conocen, tiene la fuerza y la habilidad para trabajar bajo el inclemente sol de la capital cordobesa. Aunque no tiene los rasgos del protagonista de la serie estadounidense, famoso por su habilidad para improvisar cualquier artilugio con elementos simples, tienen la misma capacidad para resolver cualquier problema técnico.

Cuando el sol sale, se levanta y va al patio de su humilde vivienda, ubicada en el sur de la ciudad. Allí contempla los árboles y clama por un día ‘bueno’ para lograr el sustento de su familia.

Su esposa, sus tres hijos y sus ocho perros dependen exclusivamente de lo que este hombre de 52 años se ‘rebusque’ en las calles. Imposible pensar que en una ciudad como Montería, donde circulan más de 20 mil motos, no haya alguien que necesite sus servicios.

Mientras pedalea hasta llegar al centro, su cabeza se mantiene inclinada, pues siempre está pendiente de las motos, triciclos o bicicletas que están espichadas para repararlas. Esa actitud también le hizo ganar el apodo del ‘Mira Llantas’.

El pago depende…

Su labor es eficiente y de eso vive. Cobra dependiendo del lugar donde preste el servicio, pues también lo llaman por teléfono para que los ‘desvare’. Si el cliente está en el sur, cuesta cuatro mil pesos, pero si es en el norte cobra diez mil.

«Llevo 25 años en este trabajo y es lo único que he hecho siempre. No es mucho lo que gano, pero me alcanza para sobrevivir. Hay días en los que llego con 25 mil pesos a la casa y otros, malos, en los que solo gano 10 mil».

Es reconocido en la ciudad por su extrovertida y carismática personalidad. Sin embargo, en su vida hay capítulos oscuros de los que habla tímidamente.

«Yo he sido víctima de la brujería», dice en voz casi imperceptible como queriendo borrar ese episodio de sus recuerdos. No habla más del tema y de inmediato empieza otra perorata en la cual cuenta que tuvo que mudarse del barrio donde vivía inicialmente porque cinco vecinas casi matan a su esposa, Olga, de una golpiza.

Ese día decidió empezar una nueva vida. Se fue a un lugar diferente y comenzó de nuevo. Aunque su piel, quemada por el inclemente sol, no es del mismo color del actor gringo, siempre se sentirá como el MacGyver de los mototaxistas monterianos.

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