En los últimos años hemos sido testigos de grandes transformaciones a nivel global en diferentes frentes. En materia geopolítica las divisiones son cada vez más claras y profundas, en el frente comercial hemos pasado de un proceso acelerado de globalización a una deglobalización, y, por último, tanto las economías como los negocios, se encuentran en medio de una transición acelerada a modelos más sostenibles ambientalmente. Es aquí donde quiero hacer especial énfasis dado el mayor grado de conciencia que se ha despertado con respecto a la biodiversidad.
La crisis climática y medioambiental es una realidad. Según las estadísticas oficiales el 2023 fue el año con mayores temperaturas a nivel mundial desde 1850, fecha desde la cual se tienen registros. Según algunos científicos, las especies extintas en el mundo pueden rondar las 1500 en los últimos 500 años. Del año 2017 al 2024 se han emitido alrededor de 2.266 megatoneladas de dióxido de carbono equivalente y solamente se han retirado durante el mismo periodo, 1.054 megatoneladas. El exceso de estos gases es el que genera, entre otros, el efecto invernadero, el calentamiento global y desaparición de especies. A lo anterior se debe sumar un sin número de actividades humanas que impulsan la extinción de determinadas especies.
Conscientes de ello, al interior de Naciones Unidas se ha venido desarrollando lo que se denomina Conferencia de las Partes o COP, que es la Convención Marco de esta institución que trata sobre cambio climático, diversidad biológica y desertificación. Esta conferencia reúne a más de 190 países. Su última sesión fue en Dubái en 2023 la cual se denominó COP28 y culminó con el compromiso de abandonar lentamente el uso de combustibles fósiles lo que implicaba una aceleración fuerte del desarrollo de energías alternativas.
En el mes de octubre, la ciudad de Cali acogerá la COP16 y se espera que en esta conferencia se materialicen las acciones conducentes a proteger la biodiversidad mundial. Para ello, es indispensable movilizar los recursos necesarios para este fin, pero también crear el ecosistema adecuado donde se incentiven, a través de mecanismos comerciales, los mercados de carbono y biodiversidad.
Los anteriores mercados tienen poco desarrollo tanto a nivel global como nacional y básicamente consisten en equilibrar por un lado la oferta de créditos de carbono o de biodiversidad con la demanda de los mismos. Lo anterior implicaría que los proveedores o vendedores del servicio, puedan garantizar la integridad de los productos que ofrecen a los demandantes y así mantener un equilibrio ambiental en términos de emisión de gases y preservación de las especies.
Desde el Caribe colombiano tenemos mucho que ofrecer en términos de biodiversidad. Pero, así como tenemos grandes oportunidades de desarrollo ambiental, tenemos grandes amenazas como la erosión costera, la minería ilegal y la deforestación. Por lo anterior, es muy importante que desde el gobierno central e inclusive desde la cooperación internacional, nos permitan tener las condiciones de financiación necesarias que permitan, por un lado, visibilizar esta gran biodiversidad, pero también protegerla de estas amenazas que son reales y crecientes, con acciones y responsables claros. Un ejemplo de esta gran biodiversidad es la Ciénaga de Ayapel (sitio Ramsar), que hace parte del macrosistema de humedales y zonas inundables de la Depresión Momposina y es un sistema de lagunas sobre la llanura aluvial del Río San Jorge.
Cuidar el tercer país más biodiverso del mundo es una responsabilidad de nuestra generación.