En un pequeño pueblo cafetero, destaca una figura que ha capturado el corazón de todos: Ángela García, una mujer de 91 años, cuya vitalidad y amor por el trabajo se reflejan en cada jornada que dedica a cortar café.
Con su andar pausado pero decidido, Ángela no solo realiza su labor diaria con destreza, sino que también se convierte en un símbolo viviente de dedicación y fortaleza.
Cada amanecer, su presencia en el campo es una postal viviente de admiración, recordándonos que la pasión por lo que hacemos puede trascender la edad.
En un mundo que a menudo valora la rapidez y la juventud, Ángela nos muestra que la verdadera belleza radica en la constancia y en la entrega con la que enfrentamos cada día.