Reconocer nuestros errores no es una debilidad, es la apertura de nuestros corazones, proyectada hacia una vida equilibrada. Todos, en algún momento, atravesamos por una situación en la que ha sido necesario pedir perdón.
Quizás en nuestra infancia, adolescencia, o adultez. Perdonar ha sido una acción que nos ha acompañado a cualquier edad, y que muchos de nosotros consideramos entender y realizar bien. Sí, creemos que sabemos perdonar. Pero perdonar no es sólo una acción con un propósito, es un gesto que conlleva sentimientos y significados importantes.
En primer lugar, definamos el perdón como una acción en la que solicitamos u otorgamos a alguien la remisión de un error, falla u ofensa. Hasta allí muchos de nosotros cumplimos a cabalidad lo que el perdón nos pide, pero ciertamente, debemos entenderlo como una acción bilateral en la que dos personas participan en conjunto.
Perdonar requiere que las dos posturas actúen bajo un sentimiento, si queremos que sea un gesto sincero. Para que pueda darse, la persona que lo pide, debe sentir un genuino sentimiento de arrepentimiento, mientras que la persona que ha sido perjudicada, debe estar dispuesta a librarse de los sentimientos negativos como el rencor, para poder aceptar el perdón y seguir adelante, con el alma sana.
Saber perdonar, es, por consiguiente, tener la plena seguridad de que entendemos las dimensiones de nuestras faltas y nos arrepentimos de ellas. No es en lo absoluto, un gesto para salir del paso, o para quedar bien con la otra persona.
A raíz de nuestras acciones, queremos que la otra persona entienda el arrepentimiento, culpa y malestar que nos hizo sentir nuestras acciones. Eso, en el caso de ser nosotros quienes pidamos perdón. En al caso contrario, cuando se nos pide perdonar, es necesario que seamos empáticos con los sentimientos de quien lo pide.
Entender que se siente mal por sus acciones, y busca conciliar con nosotros. No es el momento del orgullo, la prepotencia y el dolor. Se requiere mirar dentro de uno mismo, reflexionar, para tener la fortaleza de avanzar, despojarse de aquellos pensamientos rencorosos que nos impiden seguir adelante y dar paso al perdón.
Aunque parezca algo de obvia utilidad, es necesario entender que el perdón tiene grandes utilidades en la vida de quienes lo ponen en práctica. La ausencia de perdón trae consigo un estado permanente de ira y resentimiento; a largo plazo incluso nos puede hacer sentir infelices, miserables e incluso dar paso a manifestaciones corporales relacionadas con mala salud.
Es necesario poner en práctica el perdón, para dejar ir las emociones negativas que nos traen dolor y así lograr encontrar la plena felicidad que trae el sentirnos bien con nosotros mismos, sin llevar con nosotros en la memoria los recuerdos de aquello que nos perjudicó y que nunca pudimos solucionar o resolver.
“El perdón es la economía del corazón, ahorra el gasto de la ira, el costo del odio y el derroche de los espíritus.” (Hannah More)