Reflexiones de un Festival

Reflexiones de un Festival

roberth-angulo-e1471881931936-150x150Por Robert Angulo Santos.

Con la Cuaresma inicia la Semana Santa y con ella la máxima expresión cultural de San Antero. Es el Festival del Burro una alegoría a nuestras costumbres a nuestros acontecimientos, representados en manifestaciones de jolgorio y alegría, propia de nuestra estirpe caribe.

Desde hace algún tiempo en algunos corrillos, he escuchado decir equívocamente a varios compañeros y amigos, que nuestro Festival es Internacional, el argumento pobre que esgrimen para expresar semejante connotación, se fundamentan en dos juicios irracionales de los cuales discrepo:
1. El hecho de tener una agrupación musical de carácter internacional que es subida a la tarima, 2. Por la muestra que se hace del evento cultural por unos cuantos segundos en un canal de la televisión extranjera.
Esas situaciones o circunstancias los hace inferir tal apreciación desacertada, lo cual es un grave error.

El festival desde la década de los 90 ha entrado en cuidados intensivos, muy a pesar del intento de muchos por salvarlo, intereses mezquinos han estado por encima de los intereses nobles y altruistas, se le ha cercenado muchas de sus tradiciones, lo han tarimizado, se ha ido desdibujando, ha perdido su esencia e identidad, seguro habrá muchas cosas buenas por resaltar, pero hoy tristemente podemos que decir, que nos hemos dedicado a imitar otras culturas, desaprovechando, olvidando y perdiendo la riqueza de la nuestra.

La inversión de los recursos se ha hecho de manera desordenada, no podemos continuar con gastos disparatados sin análisis de sostenibilidad, cada peso que se invierta en estas festividades debe tener un impacto en el desarrollo local.

Para fortalecer los procesos culturales, debemos conocer sus orígenes, aprovechando el archivo histórico de nuestros ancestros que aún viven, para de esta forma comprender las distintas etapas que han surgido en ese largo trasegar del tiempo, para luego encauzar y enderezar el camino y al final poder decir, tenemos un festival, con identidad cultural.

» En San Antero existió un festín irreverente, el cual era una fiestas masiva, se daba antes del inicio de la cuaresma la cual se conoció como El Carnaval, y después de finalizada la Cuaresma se festejaba simbólicamente el día sábado de gloria la ejecución de Judas Iscariote. Luego en las décadas finales del siglo XX una conducta narcisista infesta la personalidad de los miembros de la juntas directiva, allí parecía más importante el presidente de la junta provisional que el mismo Festival, hasta llegar a lo que hoy somos, donde resulta más notable el artista que se monta en la tarima, que toda nuestra cultura y tradición desperdiciada.

Durante esas décadas, el Carnaval estuvo plagado de sátiras y risas, del pedigrí de la sátira del Carnaval resulto el testamento de Judas, rociadores de agua, que manipulaban ingeniosos artefactos de madera elaborados de forma artesanal por los encargados de mantener en las casas a la gente acuartelada. En las calles no faltaba la presencia de los «Samurái del Carnaval», haciendo ronda. Aun así la atmósfera era musical, deleitaba los oídos, retumbaban sextetos, se acoplaban bombardinos, trompetas, trombones y bombos. Las calles atraían a la gente, las sacaba de las casas. Era fascinante. El orden estaba subvertido y el acontecimiento grande estaba por venir. Finalizada la Cuaresma, un sábado de gloria, se ascendía entre el escarpado cultural a los picos más altos, en procura de rebasar la línea de la inmortalidad al reescribir el testamento de Judas.

En el transcurso de esas décadas en los tiempos de la Semana Santa las antiguas calles de San Antero se transformaban en auditorios y escenografías del teatro al aire libre. La obra (Judas Iscariote) en ajusticiamiento, se ponía en escena ante una multitud expectante de miles de sananteranos apoltronados sobre las angarillas de unos burros disfrazados con indumentaria de ropa vieja y flores. La lectura del trascendental testamento de judas Iscariote era un acto apoteósico.

Esa es nuestra verdadera historia, experiencias vividas por muchos de nuestros antepasados, quienes de manera lúcida aún, cuentan y hacen remembranzas, añorando esos grandes momentos de aquel hermoso San Antero, pero qué funestamente ven como hoy, han desaparecido de nuestro contexto.

Ese debe ser el punto de partida para recuperar nuestra tradición cultural, y de paso devolverle a nuestras fiestas su autenticidad e identidad perdida, de esa forma avanzaremos al camino de la Unesco, para que algún día no muy lejano, nuestras festividades sean declaradas como patrimonio inmaterial y cultural de la humanidad, solo cuando logremos ese objetivo podremos hablar con propiedad y sin tapujos, de la internacionalización del Festiva del Burro.

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