La República Islámica de Irán anunció su apoyo total a Venezuela frente a lo que calificó como “amenazas ilegales” de Estados Unidos, en medio de crecientes tensiones en el Caribe. El canciller iraní Abbas Araghchi condenó las acciones como una “violación flagrante de la Carta de la ONU” y advirtió que el uso de la fuerza contra países independientes representa “un peligro obvio para la seguridad internacional”. El respaldo se da en el marco de una alianza estratégica que incluye comercio bilateral por más de $3 mil millones, cooperación nuclear pasada y la instalación de una fábrica iraní de drones en territorio venezolano.
El presidente del Parlamento iraní, Mohammad Qalibaf, reafirmó que “no permitiremos que las amenazas detengan nuestros acuerdos bilaterales”, mientras el canciller venezolano Yván Gil denunció el despliegue de fuerzas estadounidenses en las costas del país como una maniobra intimidatoria con fines de invasión. En paralelo, un funcionario de defensa de EE.UU. filtró que se estaría preparando una operación tipo “Noriega parte dos”, sugiriendo un posible intento de cambio de régimen.
Sin embargo, informes de la ONU contradicen las justificaciones tradicionales: Venezuela no figura como país productor ni de tránsito relevante de cocaína, con solo el 2% de incautaciones en la región, frente al 84% atribuido a Colombia.
La alianza Irán-Venezuela podría redefinir el equilibrio regional, especialmente si otros países del BRICS y América Latina se suman al rechazo de las acciones estadounidenses. El gobierno venezolano ha llamado a la defensa de la soberanía y espera que naciones como Brasil, Sudáfrica y China condenen cualquier intento de intervención. Esta postura desafía el tradicional dominio geopolítico de Washington en el hemisferio y abre la puerta a una nueva arquitectura de poder, donde alianzas no occidentales ganan protagonismo.