En una decisión histórica, la Corte Constitucional ratificó el pasado jueves la Ley 2385 de 2024, que prohíbe de forma progresiva las corridas de toros, corralejas, coleo y peleas de gallos en Colombia. La norma, conocida como “Ley No Más Olé”, entrará en vigor en 2027 y busca transformar la cultura del espectáculo con animales en favor del bienestar animal.
El presidente Gustavo Petro, oriundo de Córdoba una región donde las corralejas son parte del ADN festivo de cada pueblo, celebró la decisión del alto tribunal y la calificó como una “reivindicación de la Vida en todas sus formas”. Recordó que su lucha contra la tauromaquia comenzó cuando fue alcalde de Bogotá, impulsado por movimientos animalistas como el que lideró la hoy senadora Andrea Padilla.
La paradoja no pasó desapercibida: mientras Petro aplaude el fin de las corridas, miles de cordobeses ven amenazada una tradición que mezcla fiesta, música y bravura popular. La ley contempla un periodo de transición de tres años para reconvertir laboral y culturalmente a quienes dependen de estas prácticas, pero el debate sobre identidad y territorio apenas comienza.
Con esta decisión, Colombia se suma a los países que han vetado espectáculos con animales, pero también abre una grieta entre el discurso presidencial y las raíces culturales de su tierra natal. ¿Puede un presidente celebrar la abolición de una tradición que aún palpita en las plazas de su propio pueblo?.