El Departamento de Defensa de Estados Unidos denunció que dos aviones militares venezolanos sobrevolaron el buque USS Jason Dunham en aguas internacionales del Caribe, en lo que calificó como una “acción altamente provocadora” diseñada para interferir en sus operaciones antinarcóticos y antiterrorismo. El incidente ocurrió el jueves 4 de septiembre, apenas días después de que fuerzas estadounidenses destruyeran una embarcación presuntamente cargada con drogas que habría partido de Venezuela, dejando 11 muertos.
Washington respondió con una advertencia directa al régimen de Nicolás Maduro: “Al cartel que dirige Venezuela se le aconseja fuertemente no perseguir ningún esfuerzo adicional para obstruir, disuadir o interferir con las operaciones del ejército de EE. UU.”, señaló el Pentágono en un comunicado oficial. Además, como medida de refuerzo, Estados Unidos desplegó 10 cazas F-35 en Puerto Rico, sumándose a una flota de siete buques de guerra y un submarino de ataque rápido que ya operan en la región.
El sobrevuelo de los aviones venezolanos ha sido interpretado por analistas como una posible represalia por el ataque reciente a la embarcación narco, atribuida al grupo Tren de Aragua. La administración Trump sostiene que Maduro lidera una red criminal internacional y ha elevado la recompensa por su captura a 50 millones de dólares. Caracas, por su parte, no ha emitido una respuesta oficial, aunque en otras ocasiones ha calificado estas acusaciones como “fabricaciones imperiales”.
La escalada militar en el Caribe revive tensiones históricas entre ambos países y plantea interrogantes sobre los límites legales de las operaciones estadounidenses en aguas internacionales. Mientras EE. UU. insiste en que sus acciones buscan frenar el flujo de drogas hacia su territorio, Venezuela denuncia una campaña de agresión encubierta. En medio del silencio diplomático, el cielo del Caribe se convierte en escenario de una confrontación que ya no es solo política, sino potencialmente bélica.