Maduro solo dio miseria, ahora entregará misiles y fusiles al pueblo para que lo defiendan

Después de años de hambre, migración forzada y profesiones truncadas, el pueblo venezolano recibe una nueva orden: tomar fusiles para defender a Nicolás Maduro. El mandatario anunció el despliegue de 4,5 millones de milicianos armados, no para proteger al país de una amenaza externa, sino para blindar su permanencia en el poder. Campesinos, obreros y reservistas son convocados a conformar brigadas en fábricas y comunidades, mientras el discurso oficial habla de “soberanía y paz”.

Pero la Venezuela que Maduro llama a defender es la misma que ha sido desangrada por la crisis. Desde 2013, millones de ciudadanos han abandonado el país a pie, cruzando fronteras en busca de oportunidades que en casa se extinguieron. Médicos, docentes y profesionales han tenido que trabajar como mototaxistas, albañiles o empleadas domésticas en países donde sus títulos no valen sin apostilla. La escasez de alimentos, los hospitales sin insumos y la inflación han convertido la supervivencia en rutina.

Mientras el régimen se arma, el pueblo se desarma de esperanza. La promesa de defensa nacional con misiles contrasta con la falta de medicamentos, luz y pan. El llamado a las armas no es por Venezuela, es por Maduro. Y en ese contraste, se revela la paradoja: quienes han sido empujados al exilio, ahora son convocados a proteger al mismo sistema que los expulsó.

En tierra firme, el verdadero conflicto no es militar, es social. Venezuela no necesita fusiles, necesita futuro. Y mientras los discursos se llenan de pólvora, los venezolanos siguen caminando por el mundo, buscando algo que no se consigue con balas sino con dignidad.