En una revelación que sacude el poder latinoamericano, Ovidio Guzmán López, hijo del temido Joaquín “El Chapo” Guzmán, habría declarado ante autoridades estadounidenses que el presidente venezolano Nicolás Maduro es el líder del Cártel de los Soles, una organización criminal que opera desde las entrañas del Estado venezolano. Guzmán, convertido en testigo protegido tras declararse culpable de narcotráfico, lavado de dinero y uso de armas, busca reducir su condena colaborando con información explosiva que podría cambiar el mapa del crimen internacional.
Según sus declaraciones, miembros del gobierno venezolano y altos mandos militares estarían implicados en redes de tráfico de drogas que conectan Venezuela con Estados Unidos, Asia y varios países de América Latina. El testimonio de Guzmán se suma a denuncias previas de exmilitares venezolanos y periodistas de investigación que han documentado operaciones sospechosas desde aeropuertos controlados por el régimen, incluyendo vuelos nocturnos sin control aduanero y vínculos con el Tren de Aragua y el Cártel de Sinaloa.
La fiscalía estadounidense ya ha designado al Cártel de los Soles como grupo terrorista, y ha elevado la recompensa por información que conduzca a la captura de Maduro a 50 millones de dólares. Mientras tanto, el gobierno venezolano guarda silencio, y figuras como Diosdado Cabello han calificado las acusaciones como “montajes imperiales”. Sin embargo, el despliegue militar estadounidense en el Caribe y el respaldo de países como Ecuador, que también declaró al cártel como organización terrorista, indican que la presión internacional va en aumento.
Aunque aún no se han presentado pruebas concluyentes, el testimonio de Ovidio Guzmán podría convertirse en la pieza clave para desmantelar una red que, según expertos, ha convertido al Estado venezolano en un actor central del narcotráfico global. La comunidad internacional observa con lupa, mientras el caso se convierte en uno de los escándalos políticos más explosivos del año.