Las lluvias torrenciales que azotaron Santa Marta el pasado 3 de agosto dejaron una imagen que estremeció a todo el país. En plena carrera 19, frente a la ferretería Metrópolis, una carroza fúnebre quedó atrapada por la creciente repentina, y el ataúd con el cuerpo de una mujer fue arrastrado por la corriente. La escena, grabada por testigos y viralizada en redes, mostró cómo el dolor de una familia se convirtió en una pesadilla impensable.
El conductor del vehículo intentó avanzar entre los charcos profundos, pero la fuerza del agua lo superó. En cuestión de segundos, el féretro cayó al pavimento y comenzó a ser arrastrado por el torrente, mientras vecinos corrían tras él intentando rescatarlo. El Cuerpo de Bomberos, junto con la comunidad, logró recuperar el ataúd y trasladarlo a una zona segura, aunque todo el sector permanecía inundado.
Este episodio, que ocurrió lejos de los barrios considerados de alto riesgo, expone la vulnerabilidad urbana ante fenómenos climáticos extremos. Las autoridades locales han pedido apoyo nacional para atender a los damnificados, mientras la ciudadanía exige mayor planificación y protocolos de emergencia que eviten que el dolor se multiplique en medio del caos.
La imagen del ataúd flotando entre aguas turbias se convirtió en símbolo de una ciudad colapsada, donde ni siquiera el descanso eterno estuvo a salvo. La familia de la fallecida, devastada, recibió el cuerpo en medio de la lluvia, en una escena que dejó al país sin palabras.