Bogotá vive una jornada sin precedentes. En las afueras del complejo judicial de Paloquemao, decenas de seguidores del expresidente Álvaro Uribe Vélez se han congregado para expresar su respaldo en el día clave del juicio por presunto soborno a testigos y fraude procesal. Mientras la jueza Sandra Liliana Heredia lee el fallo, el ambiente se torna casi litúrgico: algunos portan máscaras con el rostro del exmandatario, otros elevan pancartas que lo llaman “mártir político” y “padre de la patria”.
La escena se mezcla con cánticos, banderas del Centro Democrático y arengas que exigen su absolución. “Uribe no se toca”, gritan algunos, mientras otros reparten volantes con frases como “la justicia está secuestrada”. La polarización es evidente: a pocos metros, detractores exigen cárcel y justicia, lo que ha provocado enfrentamientos verbales e incluso agresiones físicas que obligaron a la intervención de la Policía.
El juicio, se ha convertido en el proceso judicial más mediático de la historia reciente del país. Uribe, quien sigue la audiencia de forma virtual desde su finca El Ubérrimo, enfrenta cargos que podrían marcar un antes y un después en la política colombiana. Sin embargo, sus seguidores parecen decididos a blindarlo con devoción, convirtiendo el recinto judicial en un santuario de lealtad.