El pasado 14 de julio, tres subtenientes del Ejército Nacional perdieron la vida durante un ejercicio táctico de infiltración fluvial en el río Magdalena, a la altura del sector Isla del Sol, en el municipio de Girardot, Cundinamarca. Los oficiales, pertenecientes al Curso de Lanceros N.° 513, se desplazaban en una balsa improvisada que fue succionada por un planchón tipo ferry, provocando su caída al agua. Tras 24 horas de búsqueda, los cuerpos de Jhonatan Estiven Cortés Salamanca, Nicolás Chaparro Guillén y Elián Sebastián Beltrán Vanegas fueron hallados sin vida.
La historia de Elián Beltrán ha conmovido profundamente al país, no solo por su trágica muerte, sino por el desgarrador testimonio de su madre, Claudia Vanegas, quien desde Argentina relató el dolor de haber perdido a su segundo hijo en servicio militar. “Le dije que no hiciera ese curso, que buscara otro, pero él insistió en que quería ser el mejor”, expresó entre lágrimas. Claudia reveló que Elián había sido ascendido recientemente a subteniente y que soñaba con destacarse en el exigente curso de Lanceros.
La tragedia revive una herida que nunca cerró: años atrás, Claudia también perdió a otro hijo que había prestado servicio militar como soldado raso y falleció tras contraer meningitis. “Me quedé sin mis muchachos”, dijo con voz entrecortada, mientras pide ayuda económica para regresar a Colombia y despedirse de Elián. La mujer describió a su hijo como un joven ejemplar, que motivaba a su familia a luchar por sus sueños y que siempre hablaba de servir con honor a la patria.
El Ejército Nacional ha expresado sus condolencias y activó protocolos de acompañamiento psicológico para las familias de los oficiales. Mientras avanzan las investigaciones sobre las condiciones del ejercicio y la seguridad en este tipo de entrenamientos, el caso de Claudia Vanegas pone rostro humano a una tragedia que plantea serias preguntas sobre los riesgos que enfrentan los jóvenes militares en formación.