Estados Unidos solicitó formalmente la extradición de Adolfo Macías Villamar, alias ‘Fito’, el temido líder de Los Choneros, recapturado el pasado 25 de junio en Manta, Ecuador, tras un año y medio prófugo. La Corte Nacional de Justicia confirmó que el pedido fue recibido a través del Ministerio de Relaciones Exteriores, convirtiendo a Fito en el primer ecuatoriano que podría ser entregado a la justicia estadounidense tras el referendo impulsado por el presidente Daniel Noboa en 2024.
El capo, condenado a 34 años por narcotráfico, asesinato y delincuencia organizada, enfrenta ahora siete cargos federales en EE. UU., incluyendo tráfico internacional de cocaína y contrabando de armas. Su extradición se tramita bajo un proceso acelerado, y el gobierno ecuatoriano espera que se concrete antes de diciembre. La captura de Fito, escondido en un búnker bajo una lujosa residencia, fue celebrada como un golpe al crimen organizado, pero también reavivó controversias políticas en la región.
En Colombia, el nombre de alias Fito resurgió con fuerza luego de que medios ecuatorianos y declaraciones del ministro del Interior, John Reimberg, insinuaran que el presidente Gustavo Petro habría permanecido dos días en Manta, ciudad bastión de Los Choneros, sin agenda oficial ni registro público de actividades. Aunque el mandatario negó rotundamente cualquier vínculo con el narco y calificó las versiones como “falsedades de la extrema derecha”, el episodio dejó preguntas abiertas sobre la opacidad de su visita.
Mientras la justicia estadounidense afina su ofensiva contra Fito, en Colombia el eco político no se apaga. La extradición del capo podría revelar conexiones incómodas y reconfigurar alianzas en la lucha regional contra el narcotráfico. Por ahora, el mensaje de Washington es claro: el crimen organizado ya no tiene escondites. Y en medio del ruido, la pregunta persiste: ¿qué hacía Petro en Manta, justo donde se escondía el narco más buscado de Ecuador?