La salida de Laura Sarabia del Ministerio de Relaciones Exteriores dejó más preguntas que certezas, especialmente tras el nombramiento de Rosa Yolanda Villavicencio Mapy como canciller encargada. Aunque su trayectoria en temas sociales y migratorios es reconocida, su escaso dominio del inglés ha encendido las alarmas en sectores diplomáticos y de opinión pública. En su hoja de vida oficial, Villavicencio admite que solo “lee bien” el idioma, pero lo habla y escribe de forma “regular”.
El nombramiento llega en un momento crítico para la Cancillería, que enfrenta el vencimiento del contrato de pasaportes en septiembre y una creciente tensión diplomática con Estados Unidos. La nueva canciller deberá liderar negociaciones clave con organismos multilaterales y embajadas, muchas de las cuales operan exclusivamente en inglés. Su falta de fluidez en esta lengua plantea serias dudas sobre su capacidad para representar al país en escenarios internacionales.
Además del idioma, Villavicencio ha sido blanco de críticas por sus posturas políticas. Fue defensora del régimen de Nicolás Maduro y ha expresado simpatía por el legado de Hugo Chávez, lo que ha generado incomodidad entre sectores que exigen una política exterior más neutral y profesional. Su cercanía al petrismo más radical también ha sido señalada como un factor que podría afectar la independencia institucional de la Cancillería.
Mientras tanto, el país sigue esperando una solución definitiva al caos de los pasaportes, un tema que Sarabia no logró resolver. La Imprenta Nacional aún no está lista para asumir la producción, y el contrato con Thomas Greg & Sons sigue en el limbo. En medio de esta incertidumbre, la llegada de una canciller sin dominio del idioma clave para la diplomacia global no solo genera polémica, sino que pone en entredicho la preparación del Gobierno para enfrentar los retos internacionales que se avecinan.