Colombia fue aceptada oficialmente como miembro prestatario del Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), la entidad financiera del bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Aunque el Gobierno insiste en que se trata de una decisión “técnica y financiera”, la movida ya está generando tensiones geopolíticas: el expresidente estadounidense Donald Trump advirtió que impondrá aranceles del 20 % a los países que respalden las políticas del bloque, lo que pondría en jaque las exportaciones colombianas hacia su principal socio comercial.
La adhesión fue gestionada por el Ministerio de Comercio bajo la dirección de Diana Carolina Morán, como parte de una estrategia para diversificar fuentes de financiamiento internacional. Con esta membresía, Colombia podrá acceder a créditos para proyectos de infraestructura, transición energética y desarrollo sostenible. Sin embargo, el ingreso no implica participación política en el bloque ni acceso a sus cumbres multilaterales.
A pesar de las aclaraciones del Gobierno, sectores empresariales y analistas advierten que la jugada podría tener consecuencias económicas graves. Estados Unidos representa cerca del 27 % de las exportaciones colombianas, y un aumento arancelario afectaría directamente a sectores como el café, las flores, los textiles y los productos minero-energéticos. La amenaza de Trump, que ya impuso un arancel base del 10 % en abril, podría duplicarse si Colombia no renegocia su posición comercial con Washington.
Mientras el Gobierno defiende su derecho soberano a explorar nuevas alianzas financieras, la realidad es que esta decisión podría convertirse en un arma de doble filo. En un mundo cada vez más polarizado, alinearse con los BRICS aunque sea solo en lo económico podría costarle a Colombia más de lo que gana. La pregunta que queda en el aire es: ¿vale la pena el riesgo?