La incansable lucha de Édgar

Por Juan Carlos Aguiar.

El es Édgar, así a secas. Me lo encontré mientras caminaba desprevenido por una calle de Jackson Heights en Nueva York. Él estaba sentado en una vieja silla y tenía frente a si una pequeña mesa con un cajón de madera encima. Vestía de forma sencilla para enfrentar el fuerte calor que a esa hora azotaba a la capital del mundo. Una bermuda azul, camiseta blanca, tenis negros y medias blancas, acompañados de una gorra azul con la que se protegía de un sol picante.

Paré a conversar con él cuando recordé que me faltaban 17 láminas del álbum de Panini de Rusia 2018. A eso está dedicado él, y eso que el pitazo que marcó el final de la copa mundo se dio hace más de dos semanas. Su caja está llena de las figuritas, caramelos, láminas y diversos nombres que se le dan dependiendo de la nacionalidad del comprador. Cuando le pregunté a cómo eran me respondió con una sonrisa que contagia, diciéndome que los jugadores y equipos son a cuatro por un dolar y los escudos y las consideradas más difíciles entre 5 y 8 dólares cada una. Obvio las mías estaban entre las más difíciles.

Al escucharlo hablar fue evidente que era colombiano. En mi conversación con él supe que es bumangués pero que vive en Bogotá hace más de 20 años. Es Administrador de Empresas y ya completa cinco décadas viviendo en este mundo. Era imposible no querer saber más de este peculiar personaje. Tiene visa de turista y cada año se escapa unos meses a jugar al sueño americano. Llegó a Nueva York y este fue el primer mundial en el que incursionó en el negocio callejero de Panini. Los colombianos con esas ganas de salir adelante le hacemos zancadilla al esquivo dinero y de cualquier manera. Quizás en los titulares de noticias internacionales nos califican como narcotraficantes, guerrilleros o paramilitares, pero lo cierto es que el mundo está lleno de hombres y mujeres que, como Edgar, solo quieren seguir un día a la vez. Sonriendo y soñando. De eso estamos hechos.

Estuve más de una hora y media a su lado, viéndolo trabajar, y ahora solo me faltan 5 láminas de mi álbum. Que dinero tan bien invertido. No fue por las figuras que compré sino por la conversación con un hombre que me recordó la esencia de vivir. En Estados Unidos su titulo universitario no vale pero si pesa, y mucho, el tesón que le pone a vivir. Sabe que por este año su negocio está llegando a su fin pero ya tiene claro que en cuestión de días comenzará como mesero.

Al preguntarle si ha valido la pena el mes y medio que ha dedicado a la venta de figuras de Panini, soltó un largo suspiro y sin dudar me dijo: «Claaaaaaro, no ve que ya tengo lo del semestre de la universidad de mi hija. Se me hizo tarde y tuve que regresar al aeropuerto. Allí quedó el, sentado, con el compromiso de conseguirme las cinco figuras restantes. No sé si lo logre, pero de lo que estoy seguro es que gané una enseñanza: en cualquier esquina del mundo podremos encontrar a un colombiano luchando por el más noble de los propósitos: el bienestar de los hijos. Su sueño, que su hija no tenga que sufrir lo que a él le ha tocado.

P.D. Si está en Estados Unidos y quiere comprar la edición de lujo de Panini de este año, la de pasta dura, con todas las láminas para que se divierta pegándolas, con gusto les comparto su número. Vale 250 dólares y seguro que es una buena inversión.