El autocuidado se define como la capacidad de las personas, las familias y las comunidades para promover la salud, prevenir enfermedades, evaluar los síntomas y hacer frente a patologías y discapacidades con o sin el apoyo de profesionales de la salud (1). La vía para fomentar el autocuidado continuo de nuestra comunidad es la educación del paciente y su familia; de esta manera, logramos emprender un trabajo en conjunto con la participación activa del paciente que facilite la receptividad y continuidad del plan de manejo médico donde el paciente es el actor principal.
Los pacientes empoderados tienen mayor control de sus vidas, entienden sus enfermedades, tienen mayor capacidad para responder de manera oportuna frente a los posibles agravantes en salud y, se esfuerzan por mantener ambientes saludables. Un aspecto positivo de la pandemia COVID-19, fue el incentivarnos a la cultura del autocuidado. Nos vimos obligados a proteger nuestra salud mediante el aislamiento social, el uso de tapabocas y el lavado exhaustivo de manos. Sin duda alguna, este es un ejemplo clave en el que todos tuvimos que aportar en la construcción de una cultura global de autocuidado para poder disminuir los contagios por COVID.
Nuestros desenlaces en salud a futuro serán el resultado de nuestras acciones en el presente. Es decir, si quiero gozar de buena salud en la adultez, debo empezar a trabajarlo desde la juventud. Pero, si ya tengo una enfermedad establecida, debo esforzarme por adquirir los hábitos necesarios para evitar complicaciones a futuro por dicha enfermedad.
Una forma de autocuidado es la realización de actividad física. La Organización Mundial de la Salud (OMS), afirma que el sedentarismo se relaciona con doble riesgo para desarrollar enfermedad cardiovascular, diabetes, hipertensión arterial, obesidad y/o depresión, entre otras (OMS,2010). Son diversos los estudios científicos que se han realizado mundialmente en donde se insiste en la necesidad de implementar el ejercicio en nuestra rutina diaria para evitar complicaciones en la salud. De hecho, se ha mostrado un especial interés en los efectos del ejercicio sobre los telómeros (pequeños fragmentos de ADN que se encuentran en los extremos de los cromosomas), en donde ha quedado en evidencia que la longitud de los telómeros tiene relación estrecha con la actividad física; es decir, que el ejercicio aeróbico rutinario mejora la longitud de los telómeros y por ende evita el envejecimiento prematuro celular.
Nuestra salud no depende exclusivamente del sistema sanitario ni del equipo médico. Gozar de buena salud es un trabajo en conjunto con un equipo multidisciplinario en donde el paciente es el principal protagonista. Incentivar el autocuidado será siempre la mejor medicina preventiva, que mejora la calidad de vida, ayuda a prevenir enfermedades y disminuye el riesgo de posibles complicaciones. El autocuidado es la medida más económica, fácil y asequible a la que todos sin excepción podemos acceder sin barreras. Alimentarse bien, hacer ejercicio, descansar lo suficiente, hidratarse, tener espacios de
oración/reflexión, evitar el consumo de alcohol y/o cigarrillo, mantener buenas relaciones familiares y/o sociales, asistir a controles médicos rutinarios, son ejemplo de herramientas que están a nuestro alcance y que sin duda alguna nos ayudarán a mantenernos saludables el mayor tiempo posible.
Referencias
(1) Organización Mundial de la Salud (OMS). Directrices de la OMS sobre intervenciones de autocuidado para la salud y el bienestar, revisión 2022: resumen ejecutivo [Internet]. Ginebra: OMS; 2022 [citado 18 de julio de 2022]. Disponible en: https://www.who.int/es/publications/i/item/9789240052239