En medio de la controversia generada por los recientes cruces entre el exalcalde de Medellín y el actual mandatario Federico Gutiérrez, un comentario del periodista Felipe Zuleta agitó aún más las aguas. En un video con tono satírico, Zuleta se refirió a Quintero como “Pinturita” y lanzó afirmaciones que, según él, apuntaban a comportamientos homofóbicos. Sus palabras avivaron el fuego en una discusión que ya estaba encendida tras el calificativo de “mera loca” que lanzó Quintero contra Gutiérrez.
La respuesta no vino directamente del político, sino de su esposa, Diana Osorio, quien salió al paso con una declaración contundente: “Tengo un marido que nunca me ha fallado además de estar muy bien dotado. Quizá lo que tienes es un amor frustrado con él y te entiendo”. Su respuesta, lejos de ser diplomática, fue frontal, irónica y con un matiz de reclamo personal hacia quien, según ella, ha sobrepasado los límites de la crítica política para adentrarse en lo personal.
Zuleta, por su parte, replicó también de forma pública. Dijo alegrarse de que la señora Osorio “esté bien servida” y añadió: “el que habla de lo que tiene, es porque carece de ello”. Además, negó cualquier tipo de vínculo emocional hacia Quintero y aseguró que jamás tendría afecto por alguien “imputado por corrupción”. Su respuesta mantuvo el tono cáustico y volvió a dejar en evidencia que, en esta controversia, las líneas entre opinión, sátira y ofensa se han vuelto difusas.
Este episodio, que arrancó como una reacción a un insulto político, terminó transformándose en un duelo de frases entre un periodista de vieja data y una figura pública que no dudó en usar su vida privada como trinchera de defensa. El caso abre una pregunta de fondo sobre los límites del discurso público, el papel de los medios en la crítica personal y el uso de la vida íntima como argumento en el debate político.