Miguel Uribe Turbay, senador y precandidato presidencial, falleció en la madrugada del 11 de agosto en la Fundación Santa Fe de Bogotá, tras una sorpresiva recaída que truncó lo que parecía una recuperación milagrosa. Su padre, Miguel Uribe Londoño, relató con profunda emoción que los avances médicos eran tan alentadores que ya se hablaba de iniciar un proceso de neurorehabilitación. “Miguel respondía a estímulos, movía las manos, los pies, abría los ojos… nosotros nunca flaqueamos, siempre pensamos que iba a vivir”, expresó.
Durante los últimos días, el joven político de 39 años mostraba signos de consciencia y conexión con su entorno. Su familia lo acompañaba con esperanza, hablándole, acariciándolo, y celebrando cada pequeño gesto como una señal de vida. “Yo le decía ‘levanta la mano’ y la levantaba. Lo besaba, lo consentía, le hablaba. Nunca pensé que esto iba a pasar”, recordó su padre, quien estuvo con él hasta las 10:30 p.m., pocas horas antes de su fallecimiento a la 1:56 a.m.
El desenlace fue tan inesperado como devastador. “Pasó una de esas cosas que puede ocurrir en la UCI y no se prevén”, explicó Uribe Londoño, quien ahora enfrenta el duelo con entereza y un mensaje de resiliencia: “Una tragedia de la que es muy difícil recuperarse, pero tenemos que seguir adelante”. La muerte de Miguel Uribe Turbay deja una profunda huella en la política colombiana y en el corazón de quienes creyeron en su liderazgo.