Las investigaciones sobre el atentado contra el senador y precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay han dado un giro inquietante. Según revelaciones de inteligencia y medios, el autor intelectual del ataque sería José Aldinever Sierra, alias Zarco Aldinever, uno de los hombres más cercanos a Iván Márquez, líder de la Segunda Marquetalia. Todo apunta a que la orden de ejecutar el atentado habría sido emitida desde territorio venezolano, donde esta disidencia guerrillera se resguarda de las autoridades colombianas.
Hasta el momento, cinco personas han sido capturadas, entre ellas Élder José Arteaga Hernández, alias el Costeño, señalado como el cerebro operativo del crimen. Este sujeto habría reclutado a un menor para atentar contra Uribe en el barrio Modelia, Bogotá, y coordinado la logística con una red de sicarios urbanos. Los testimonios de los capturados y las pruebas recolectadas refuerzan la hipótesis de una operación subcontratada, diseñada para dispersar las pistas y proteger a los verdaderos responsables.
La motivación detrás del atentado se debate entre dos hipótesis: una represalia por el perfil político de Uribe Turbay, conocido por su oposición a los grupos armados ilegales, y otra por su creciente visibilidad como figura presidencial, lo que lo convertía en un blanco simbólico para desestabilizar el panorama electoral. El caso ha encendido las alarmas en los organismos de seguridad, que advierten sobre el sofisticado accionar urbano de las disidencias de las Farc.
Mientras Uribe permanece en estado delicado en la Fundación Santa Fe, el país observa con preocupación el resurgimiento de estructuras criminales que mezclan insurgencia y crimen organizado. La captura de alias Gabriela en Caquetá, quien confesó haber sido enviada a recibir entrenamiento en drones y francotirador, refuerza los vínculos entre los ejecutores del atentado y la Segunda Marquetalia. La pregunta que retumba en el ambiente político es clara: ¿hasta dónde llega el brazo de Iván Márquez desde Venezuela?