Tenía 23 años cuando probó el vape por primera vez. Hoy, con apenas 26, vive con un pulmón colapsado, fibrosis pulmonar avanzada y una vida marcada por la pérdida: de amigas, de pareja y de salud. Su historia, que podría parecer excepcional, es cada vez más común. Según la Fundación Neumológica Colombiana, entre 2020 y 2022 se reportaron 245 casos de lesión pulmonar asociada al vapeo y 59 muertes en el país.
La joven que prefiere mantener el anonimato comenzó a vapear en reuniones sociales, creyendo que era “menos dañino que fumar”. En pocos meses, la adicción se instaló. Lo que parecía inofensivo terminó por destruir su pulmón derecho, afectado por neumonía lipoidea, una inflamación provocada por los aceites y químicos del vape. “Aunque el pulmón sigue dentro de mí, está muerto”, relata con crudeza.
El caso no es aislado. Estudios recientes advierten que el vapeo puede provocar desde bronquitis y asma hasta cáncer pulmonar y daño multisistémico. Lo más alarmante: el 86% de los jóvenes que vapean creen que es más seguro que fumar. Esta percepción errónea está llevando a miles de adolescentes a inhalar metales pesados, nicotina y sustancias tóxicas sin saber que están jugando con su vida.
Hoy, ella no puede correr, subir escaleras ni reír sin toser. Pero decidió contar su historia para salvar a otros. “No importa lo bonito que huela ni lo cool que parezca. El vape no es un juego. Y a mí me quitó todo”. Su testimonio es un llamado urgente a la conciencia, antes de que sea demasiado tarde.