En 1994, el atleta italiano Mauro Prosperi, de 39 años en aquel entonces, decidió participar en la legendaria maratón de Sables, una extenuante carrera de 250 kilómetros a través del desierto del Sahara en Marruecos. La competencia, conocida por sus extremas condiciones, se convirtió en una hazaña de supervivencia para Prosperi, quien ahora, con 69 años, rememora su experiencia.
“El desierto me enseñó que la vida es lo más importante”, reflexionó Prosperi. Equipado con herramientas básicas, alimentos, agua y una bolsa de dormir, Mauro comenzó la prueba el 10 de abril.
Tras completar tres etapas, una tormenta de arena en la cuarta jornada lo desorientó por completo. «Me perdí debido a una tormenta de arena con vientos de más de 80 km/h durante la etapa más larga. Cuando pasó, los puntos de referencia habían desaparecido», relató.
Consciente de que su supervivencia dependía de decisiones extremas, Prosperi se enfrentó a la realidad de la deshidratación. «Lo primero que hice fue orinar en mi botella de agua vacía. Durante la carrera, sorbíamos agua cada diez minutos para evitar la deshidratación, por lo que la orina estaba muy clara, casi como agua», explicó. Su ingenio y resiliencia le permitieron superar la adversidad y valorar la importancia de la vida.