El pasado lunes 25 de agosto, el expresidente Iván Duque Márquez fue galardonado en Jerusalén con el Premio Shalva a la Igualdad Social e Inclusión, otorgado por el prestigioso Centro Shalva, institución dedicada a la atención integral de personas con discapacidad. El reconocimiento fue entregado a la Fundación Innovación para el Desarrollo, presidida por Duque, como homenaje a su liderazgo en temas de inclusión, innovación y atención a poblaciones vulnerables. La ceremonia reunió a diplomáticos, empresarios colombianos y líderes comunitarios, en un ambiente descrito como “un puente entre iniciativas sociales de Colombia e Israel”.
Sin embargo, el evento se desarrolló en medio de una profunda contradicción internacional. Israel atraviesa una de las fases más crudas de su conflicto con Gaza: más de 62.000 muertos, ocupación militar en curso y denuncias de hambruna masiva en campos de refugiados. Mientras tanto, Colombia vive una escalada de violencia con atentados terroristas en Cali y Amalfi, donde un camión bomba y un helicóptero derribado dejaron más de 20 muertos y decenas de heridos. La embajada de EE. UU. incluso emitió una alerta de viaje para el suroccidente colombiano, advirtiendo sobre la presencia activa de grupos armados ilegales.
En este contexto, la premiación a Duque ha generado reacciones encontradas. Para algunos sectores, representa una oportunidad de fortalecer alianzas sociales y tecnológicas entre Colombia e Israel, especialmente en temas de discapacidad, emprendimiento y formación juvenil. Para otros, la imagen del exmandatario recibiendo una escultura conmemorativa en medio de una guerra y una crisis de seguridad nacional, refleja una desconexión simbólica con la realidad que viven miles de colombianos en zonas golpeadas por el conflicto armado.
Durante su discurso, Duque hizo referencia a los ataques del 7 de octubre en Israel y condenó a Hamás como “una organización terrorista que busca el fin del Estado judío”. No obstante, su silencio frente a los atentados recientes en Colombia ha sido interpretado por algunos como una omisión política. En contraste, el presidente Petro atribuyó los ataques a disidencias de las FARC y anunció que podrían ser declaradas organizaciones terroristas, en un giro que tensiona aún más la política de “paz total”.