Venezuela recibió este fin de semana la primera plataforma petrolera flotante instalada en el Lago de Maracaibo, como parte de un ambicioso proyecto de mil millones de dólares liderado por la empresa China Concord Resources Corp (CCRC). La estructura, bautizada como Alula, llegó desde el puerto de Zhoushan y fue guiada por un remolcador bajo el icónico puente del lago, marcando un hito en la cooperación energética entre ambos países.
La plataforma operará en los campos Lago Cinco y Lagunillas, donde se espera que la producción pase de 12.000 a 60.000 barriles diarios para finales de 2026. El acuerdo, firmado bajo un contrato de producción compartida de 20 años con PDVSA, contempla que el crudo ligero se destine a la estatal venezolana, mientras que el crudo pesado será exportado directamente a China. El proyecto también incluye la reactivación de al menos 100 pozos inactivos, con personal técnico especializado enviado desde Asia.
Este movimiento representa una apuesta estratégica de China en un país sancionado por Estados Unidos, donde la inversión extranjera ha sido escasa en los últimos años. La instalación de Alula no solo reactiva la infraestructura petrolera en el occidente venezolano, sino que también consolida a China como actor clave en la recuperación energética del país. En agosto, Venezuela alcanzó su mayor nivel de exportación en nueve meses, con 966.500 barriles diarios.
Mientras el gobierno de Nicolás Maduro celebra el avance como un “renacer petrolero”, analistas advierten que la dependencia tecnológica y comercial con China podría redibujar el mapa energético regional. En el Lago de Maracaibo, donde el crudo ha sido símbolo de riqueza y conflicto, la plataforma flotante ya se alza como emblema de una nueva era: una alianza que mezcla petróleo, geopolítica y ambición continental.