La noche del 18 de agosto en el Metropolitano no fue solo una victoria para Junior, fue una celebración del alma rojiblanca. En el partido contra Bucaramanga, que terminó 2-1 a favor del Tiburón, Teófilo Gutiérrez volvió a encender la tribuna con su magia y jerarquía. Ingresó al minuto 71, cuando el equipo aún buscaba el empate, y fue clave en la jugada que derivó en el segundo penalti, el que selló la remontada. Su toque preciso, su pausa de genio y su conexión con Chará fueron el preludio del gol definitivo.
Pero más allá del resultado, lo que quedó en la retina fue la ovación. Al minuto 90+12, cuando el juez pitó el final, miles de hinchas se pusieron de pie para aplaudir al ídolo de La Chinita. “¡No te retires nunca, Don Teo!”, gritaban desde las gradas, mientras el delantero saludaba con la mano en el pecho. Fue un momento de comunión entre jugador y pueblo, una escena que recordó por qué Teo es más que fútbol: es identidad, es historia viva del Junior.
En medio de la celebración por los 101 años del club, con juegos pirotécnicos y música en la pista atlética, el nombre de Teófilo retumbó como himno popular. No marcó gol, pero fue el alma del equipo en los minutos decisivos. En Barranquilla, cuando Teo toca el balón, el estadio late distinto. Y anoche, con el corazón en la mano, la afición le pidió lo único que aún no ha decidido: que no se vaya nunca.