No era arrogante ni prepotente; tampoco tenía el ego por los cielos. La humildad le brotaba del alma

En el mundo del fútbol, donde el ego a veces parece tener más protagonismo que los goles, hay un jugador que rompe todos los estereotipos: el goleador histórico de la Selección Colombia, el capitán que conquistó desde River hasta Mónaco, demostrando que la humildad no es solo un atributo, sino una estrategia de vida. Este delantero, que llegó a ganar 14 millones de euros por temporada, no necesitó gritar ni golpear la mesa; su grandeza hablaba por sí sola.

¿Quién necesita arrogancia cuando se tienen títulos, ligas conquistadas, lugares en el XI ideal de la FIFA y el reconocimiento de ser el mejor nueve del planeta? Este ídolo no respondía a los periodistas con prepotencia, sino con una sonrisa que parecía decir: «Yo hablo en la cancha». Su éxito no fue solo con los balones, fue con la gente que lo convirtió en un verdadero líder, tanto en el campo como fuera de él.

Así que, ¿quién se inventó que el éxito viene con arrogancia? Este capitán demostró que los verdaderos ganadores llevan el ego bajo control y la humildad como bandera.