Madre rompe en llanto al recordar que tiene que planchar el uniforme de sus hijos un domingo a las 9:05 p.m.

Ana Rodríguez recordó, justo a las 9:05 p.m. de un domingo, que los uniformes de sus hijos seguían doblados y arrugados en una silla desde el viernes por la tarde.

Según testigos presenciales, la revelación ocurrió mientras Ana disfrutaba de los últimos minutos de paz del fin de semana, convencida de que todo estaba bajo control.

Sin embargo, un grito repentino de su hijo menor, preguntando si mañana había colegio, activó la alarma interna de la mujer.

«Sentí un escalofrío, un vacío en el estómago. Algo me decía que había olvidado algo importante. Entonces, como un rayo cayendo del cielo, me acordé del uniforme. Fue un golpe bajo, de esos que te dejan viendo estrellas», confesó Ana, mientras sacaba la plancha con una mirada perdida en el horizonte y con un calor sofocante.

Fuentes cercanas aseguran que el evento fue seguido por unas frases de puro desahogo maternal: «¿Pero es que en esta casa nadie ayuda?», «Yo voy a ver qué se van a hacer sin mí», y el siempre icónico «Mañana van a tener que ir arrugados, no me importa.»

Los hijos, expertos en supervivencia doméstica, sabían que lo peor estaba por venir. «Nos hicimos los dormidos», confesó el mayor, agregando que en casos como este, lo mejor es no hacer contacto visual.

Finalmente, la operación de rescate del uniforme concluyó cerca de las 10 de la noche, cuando Ana logró planchar las susodichas camisas y pantalones.

Al revisar la mochila de uno de los niños, descubrió que había que preparar una cartulina para una exposición este lunes.