En la era de los amores públicos y las familias ensambladas, una nueva tendencia parece estar tomando fuerza en Colombia: a los hombres les gusta ser padrastros. Lo que antes era un rol esquivo o incómodo, hoy se convierte en una insignia de amor y compromiso. El primero en poner el tema sobre la mesa fue Felipe Saruma, quien durante su matrimonio con Andrea Valdiri asumió con naturalidad y ternura el papel de figura paterna para la hija de la influencer. Aunque la relación terminó, su actitud dejó huella.
Ahora, el turno es para Andrés Altafulla, ganador de La Casa de los Famosos Colombia, quien no solo se enamoró de Karina García dentro del reality, sino que fuera de cámaras ha comenzado a convivir con sus hijos, Isabella y Valentino. En una transmisión en vivo, Altafulla confesó que el reto es “fuerte”, pero que se está preparando para asumirlo con responsabilidad y cariño. Su espontaneidad al poner límites, su ternura al cargar al niño en hombros y su disposición a establecer rutinas familiares han conquistado a más de uno en redes sociales.
Este fenómeno no es solo una anécdota de farándula. Habla de una transformación cultural: los hombres jóvenes, especialmente los de la generación digital, están desafiando estereotipos y mostrando que el amor no siempre viene en paquetes tradicionales. Ser padrastro ya no es un papel secundario, sino una elección activa de afecto, crianza y presencia emocional.
¿Estamos ante una nueva masculinidad en Colombia? Una que no le teme a los hijos ajenos, que se involucra sin necesidad de compartir sangre, y que entiende que el amor también se construye en la cotidianidad de una familia diversa. Si algo nos están enseñando Saruma y Altafulla, es que ser padrastro puede ser más que un rol: puede ser un acto de amor revolucionario.