Hablar de las «puertas de golpe» es recordar un sinfín de recuerdos de infancia, de esos días en los que correr por los campos era la mayor aventura.
Las puertas de golpe, esas robustas y rústicas estructuras de madera, eran el corazón de las entradas de las fincas.
Con su característico sonido al cerrarse, no solo brindaban seguridad, sino que también eran el aviso perfecto de que algún ‘vecino’ había llegado para hacer visita.
En una época en la que la vida era más sencilla y el tiempo parecía correr más lento, las «puertas de golpe» se convirtieron en un símbolo de la autenticidad y la calidez de la vida rural colombiana.