En medio del dolor por el asesinato del senador Miguel Uribe Turbay, su familia solicitó expresamente que ni el presidente Gustavo Petro ni representantes del Gobierno nacional asistieran a las honras fúnebres realizadas el 13 de agosto en la Catedral Primada de Bogotá. La decisión, confirmada por el ministro del Interior, Armando Benedetti, fue tomada tras un intercambio respetuoso, en el que la familia valoró el ofrecimiento presidencial pero optó por preservar un ambiente de recogimiento y respeto.
La ausencia del mandatario generó múltiples interpretaciones en el escenario político. Mientras el presidente Petro afirmó en redes sociales que “simplemente respetamos a la familia y evitamos que el sepelio sea tomado por los partidarios del odio”, sectores de oposición calificaron su eventual presencia como “hipocresía” y “falta de respeto” hacia la memoria del senador, quien fue una de las voces más críticas del actual Gobierno.
La familia de Uribe Turbay, profundamente afectada por el crimen, buscó evitar que el funeral se convirtiera en escenario de confrontación política. En ese sentido, la petición de no contar con presencia oficial fue interpretada como un llamado a la dignidad del duelo, alejado de tensiones partidistas. La ceremonia contó con la asistencia de líderes políticos, diplomáticos y ciudadanos que rindieron homenaje a su legado.
Este gesto, más allá de lo protocolario, refleja el clima de polarización que atraviesa el país tras el magnicidio. La familia de Miguel Uribe apostó por una despedida íntima, solemne y libre de controversias, en la que el dolor personal se impuso sobre los intereses políticos. Un mensaje silencioso, pero contundente, sobre el respeto que merece la memoria de quienes han sido víctimas de la violencia.