Petro asegura que en el gobierno de Duque aumentaron los cultivos de hoja de coca

El presidente Gustavo Petro encendió el debate sobre la política antidrogas al afirmar que el crecimiento de los cultivos de hoja de coca en Colombia se disparó durante el gobierno de Iván Duque. Según cifras oficiales, en 2018 se registraban cerca de 169.000 hectáreas sembradas, mientras que para 2022 último año de Duque la cifra superó las 204.000. Petro sostiene que su administración ha cambiado el enfoque, priorizando la incautación de cocaína y la destrucción de laboratorios, como parte de una estrategia para desmontar las economías ilegales sin criminalizar a las comunidades rurales.

Durante el mandato de Duque, la política antidrogas se centró en la erradicación forzada y el fortalecimiento de la fuerza pública en zonas cocaleras. Aunque se mantuvo el Plan Nacional de Sustitución de Cultivos Ilícitos (PNIS), su implementación fue limitada, lo que deterioró la confianza de las comunidades y redujo el alcance de los programas de desarrollo alternativo. Petro, en contraste, ha apostado por una “Paz Total” que incluye inversión social, sustitución voluntaria y presencia institucional en territorios históricamente abandonados.

Sin embargo, las cifras también muestran que durante el primer año del gobierno Petro (2023), los cultivos de coca alcanzaron un récord histórico de más de 252.000 hectáreas. Analistas señalan que la baja erradicación apenas 9.403 hectáreas en 2024 y el debilitamiento de los grupos manuales de erradicación han contribuido al repunte. Mientras Duque defiende la aspersión aérea como solución urgente, Petro insiste en que “buscar la paz no es un delito” y que el combate al narcotráfico debe ir acompañado de justicia social y alternativas económicas sostenibles.

Más allá del cruce de declaraciones, el país enfrenta una encrucijada: persistir en estrategias punitivas que han demostrado ser insuficientes, o apostar por un modelo integral que transforme las raíces del problema. En medio de esta disputa, las comunidades cocaleras siguen atrapadas entre la presión de grupos armados, la ausencia del Estado y la urgencia de sobrevivir. La coca, más que una planta, sigue siendo el síntoma de un conflicto que aún no encuentra cura.