La senadora del Centro Democrático, María Fernanda Cabal, volvió a encender el debate político al referirse a la vicepresidenta Francia Márquez como una “vicepresidenta fantasma”, cuestionando su rol dentro del Gobierno Petro. Cabal criticó duramente las recientes declaraciones de Márquez, quien admitió públicamente que ha tenido dificultades para ejercer sus funciones por falta de garantías, recursos y apoyo institucional. “Dos años y medio para decir que no los dejan gobernar, que todo es culpa de los demás”, escribió Cabal en su cuenta de X, en respuesta al discurso de Márquez en el Valle del Cauca.
La vicepresidenta, por su parte, denunció que ha tenido que tocar puertas en los territorios para poder realizar reuniones, y que el Estado colombiano sigue reproduciendo prácticas racistas, incluso dentro del mismo Gobierno. También expresó su molestia por haber sido retirada del Ministerio de Igualdad, cartera que ella misma ayudó a crear. Estas afirmaciones generaron una ola de reacciones, entre ellas la de Cabal, quien acusó a Márquez de victimizarse y de no asumir responsabilidades frente a la falta de resultados.
El enfrentamiento entre ambas figuras políticas no es nuevo. Cabal ha sido una de las voces más críticas de la vicepresidenta desde el inicio del mandato, señalando incoherencias entre su discurso de campaña y su estilo de vida, y cuestionando su protagonismo en temas clave del Gobierno. Márquez, en cambio, ha defendido su gestión como una lucha constante contra el racismo estructural y la exclusión histórica de comunidades afrodescendientes, aunque reconoce que el Ministerio de Igualdad aún no ha sido reglamentado ni cuenta con presupuesto suficiente para ejecutar políticas públicas.
Este nuevo cruce entre Cabal y Márquez refleja la creciente polarización política en Colombia, donde las tensiones entre el oficialismo y la oposición se intensifican en medio de cuestionamientos a la gobernabilidad, el liderazgo presidencial y el papel de figuras clave como la vicepresidenta. Mientras Cabal busca posicionarse como líder de la oposición, Márquez enfrenta el reto de mantener su legitimidad en un cargo que, según sus propias palabras, ha sido limitado por el mismo sistema que prometió transformar.