Juliana Guerrero, la joven funcionaria cercana al ministro Armando Benedetti, ha generado una tormenta política tras ser nombrada viceministra de Juventudes con un sueldo neto de 14 millones de pesos mensuales. Lo que más ha indignado a la opinión pública es que Guerrero aparece registrada en el Sisbén con clasificación de pobreza moderada, mientras ocupa un cargo de alto nivel sin contar con tarjeta profesional ni experiencia certificada en el área contable que figura en su hoja de vida.
A sus 23 años, Guerrero asegura haberse graduado como contadora pública el pasado 19 de julio, pero no aparece en los registros de las Pruebas Saber Pro ni en los exámenes técnicos requeridos por el Icfes para validar su título. Además, ha admitido públicamente que aún no posee la tarjeta profesional, requisito indispensable para ejercer como contadora en Colombia. Su ascenso meteórico ha sido atribuido a su cercanía con Benedetti y al respaldo del presidente Petro, quien la ha calificado como una joven “valiente y rebelde”.
El caso ha encendido las redes sociales y el Congreso, donde se cuestiona cómo una joven sin formación completa ni experiencia puede acceder a un cargo que exige preparación técnica, liderazgo y conocimiento en políticas públicas juveniles. “¿Y su mayor mérito es ser joven?”, preguntó la representante Jennifer Pedraza, quien denunció el nombramiento como un acto de clientelismo y desprecio por la meritocracia.
Mientras miles de jóvenes profesionales luchan por conseguir empleo con salarios mínimos, Juliana Guerrero viaja en helicópteros oficiales, toma decisiones en consejos universitarios y representa al Gobierno en temas de juventud. ¿Es este el modelo de inclusión que prometía el “Gobierno del Cambio” o una nueva versión del privilegio disfrazado de activismo?