Las recientes declaraciones del presidente Gustavo Petro, en las que afirma “desconfiar de la transparencia de las elecciones del 2026”, han encendido las alarmas en el país. El mandatario lanzó esta advertencia justo después de que la Registraduría adjudicara el contrato de logística electoral a la firma Thomas Greg & Sons, empresa que ha estado a cargo de procesos similares en años anteriores, incluyendo los comicios que lo llevaron a la presidencia. Para muchos sectores políticos, este mensaje no es una simple crítica, sino una estrategia para sembrar dudas sobre un resultado que el presidente ya anticipa como desfavorable.
Desde la oposición, figuras como Andrés Pastrana e Iván Duque han calificado el trino como irresponsable y peligroso para la estabilidad institucional. La senadora Paloma Valencia fue más directa: “Petro está usando el escándalo de los pasaportes para atacar el proceso electoral”. Por su parte, el partido Cambio Radical recordó las palabras de Germán Vargas Lleras, quien meses atrás advirtió que “la verdadera intención de este gobierno es quedarse en el poder”. La coincidencia entre el temor expresado por Petro y el avance de su derrota política ha sido interpretada como una maniobra para deslegitimar el sistema que lo eligió.
Congresistas como Julio César Triana han señalado que el presidente “se la ha pasado haciendo política y promoviendo sus candidatos, pero sabe que va a sufrir una tremenda derrota electoral en el 2026”. La contradicción es evidente: Petro fue elegido bajo la misma logística que ahora cuestiona. ¿Por qué confiar en el sistema cuando gana, pero atacarlo cuando prevé perder? Esta narrativa ha sido vista como un intento de preparar el terreno para desconocer los resultados, generar caos y perpetuar su influencia política más allá del mandato constitucional.
Mientras tanto, gremios empresariales, líderes políticos y ciudadanos han pedido respeto por las instituciones democráticas. El Consejo Gremial Nacional advirtió que “sembrar dudas anticipadas sin pruebas erosiona la confianza ciudadana y deteriora el clima de estabilidad institucional”. En medio de este panorama, el país se enfrenta a una pregunta crucial: ¿está Petro realmente preocupado por la transparencia, o simplemente teme que el pueblo le dé la espalda en las urnas?