Lo que comenzó como una simple compra de zapatos terminó en una divertida confusión. Un joven sampuesano pidió prestada la moto de su tía para ir a Chinú, pero al regresar, notó algo extraño: el suiche fallaba y las calcomanías eran diferentes.
Fue entonces cuando su tía se llevó la sorpresa: “Esa no es mi moto”, exclamó, mientras su sobrino, entre risas, admitía el error. Al llegar al lugar donde había estacionado, encontraron una multitud preguntando por una moto desaparecida. La historia dio un giro inesperado cuando descubrieron que la suya seguía en el mismo sitio y que el joven, sin darse cuenta, había tomado otra con una placa casi idéntica.
La dueña de la moto equivocada no dudó en bromear: “Si me hubiera enterado antes, me quedaba con la de ustedes, porque está mejor que la mía”. La anécdota se ha vuelto viral en redes y dejó claro que, a veces, hasta los despistes más absurdos terminan sacando una sonrisa.