“Estoy aquí para servir, no para ser servido. La Iglesia debe volver a mirar a los ojos del pobre”, con estas hermosas palabras, el nuevo Papa, León XIV, dejó claro desde el primer instante que su misión es estregarse totalmente al pueblo. Un mensaje que no solo sacudió los corazones de los fieles reunidos, sino que tocó las fibras más profundas de quienes desean una Iglesia más humana y cercana.
El silencio fue interrumpido por lágrimas y aplausos cuando el Pontífice continuó: “Ayudémonos los unos a los otros a construir puentes con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un único pueblo siempre en paz”. Su voz, llena de amor, no solo habló a los creyentes, sino a toda la humanidad, llamando a la unidad en tiempos de incertidumbre y momentos oscuros.
En este primer mensaje, León XIV no prometió poder ni gloria, sino amor y compromiso con los más vulnerables. Su mirada no se centró en los muros del Vaticano, sino en los rincones olvidados del mundo, donde la pobreza y el sufrimiento esperan una mano que los alivie.