La celebración del Año Nuevo el 1 de enero tiene sus raíces en la antigua Roma. Fue en el año 45 a.C. cuando el líder romano Julio César implementó el calendario juliano, que estableció el 1 de enero como el comienzo oficial del año. Antes de esta reforma, el calendario romano, que seguía un sistema lunisolar, celebraba el Año Nuevo en marzo.
El calendario juliano surgió como una necesidad de sincronizar el año civil con el año solar, creando una estructura más coherente para la medición del tiempo. Al elegir el 1 de enero, César alineó el inicio del año con el mes dedicado a Jano, el dios romano de las puertas y los comienzos, quien tenía dos caras que miraban hacia el pasado y el futuro. Esto simbolizaba la transición y el inicio de un nuevo ciclo.
A lo largo de la historia, la adopción del 1 de enero como el inicio del año se fue consolidando en diversas culturas y regiones, especialmente en el mundo occidental. La tradición ha perdurado y se celebra con gran entusiasmo en todo el mundo.
El 1 de enero es ahora una fecha universalmente reconocida para marcar el comienzo del nuevo año. La noche del 31 de diciembre, millones de personas alrededor del mundo participan en diversas celebraciones, desde fiestas y fuegos artificiales hasta rituales personales que simbolizan nuevos comienzos y la esperanza de un año mejor.